martes, 30 de abril de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El parque








Cuando cae la tarde, en estas tardes de primavera en las que el sol se resiste a irse, el parque se llena de niños. Son niños de edades menudas. El juego para ellos es algo más que echar el rato puesto que se descubren a sí mismos y a otros niños que comparten espacio y tiempo.

Las madres llenan los bancos. No hay ni un sitio libre. Todos están cogidos por madres de distintas edades y por abuelas que aprovechan el rato, unas para echarles un vistazo a los nietos y otras para compartir sus cuitas y sus dudas con otras abuelas…

-         Porque a mí me duelen las rodillas que no puedo dar un paso…
-         ¿A mí me vas a hablar de dolores? Hija, si no hay parte de mi cuerpo que no me duela…

Otro grupo tiene la cabeza metida en la pantalla del móvil. Mueven los dedos con agilidad de prestidigitadoras. No están en el mundo que les rodea.
Pasa una mujer de pelo castaño con mechas, alta, con ojos grades y barbilla pronunciada. Viste elegante. Tiene ropa comprada con buen gusto y zapatos a juego con una correa que rodea su cintura. Lleva un perro asido por una brida de cuero. El perro va a más velocidad. Se diría que tira de ella y que con esfuerzo hace de contrapoder para sostener el empuje del animal.

-         ¿La conoces?

-         No. Es ‘frastera’.

La gente del parque es gente que comparte hora a estas horas de la tarde en el parque.  Se conoce entre ella. De hecho cada tarde se buscan y hablan de sus cosas, de las cosa de otras gentes o de los inventos que ellas creen que es lo que les ocurre a los que también están por el mismo sitio.

Los niños suben y bajan de los artilugios. Los artilugios modernos son diferentes entre sí. Trepan, se enganchan en maromas gruesas, penetran por túneles… Aquello de Darwin donde afirmaba que el hombre descendía del mono queda tan evidente que es imposible la contracción a la teoría evolucionista.

Suena un teléfono móvil. Bueno, suena el timbre del teléfono móvil…
-         Estefanía, que nos vamos…

-         Esperaaa…

-         Te he dicho que nos vamos, que nos tenemos que ir...

Al rato, en el parque comienza a mandar el silencio. Los gorriones picotean las migajas de las meriendas de los niños…


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