miércoles, 11 de abril de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Lluvia y versos


Tarde de abril. La lluvia repiquetea en el alféizar de la ventana. El campo, verde. Se espigan los trigos, nacen margaritas en los bordes del camino. No cantan, como otras tardes, los pájaros en la parra. Están a resguardo…

Alargo la mano. En el anaquel más cercano esos libros especiales. Son los libros que llegaron un día cualquiera y ya no se separan. En ese anaquel hay un puñado de libros. Alcanzo uno, el que quiero. Voy a tiro fijo.

Lo abro y leo: “Nunca fue mía, pero fue tan mía / como todos los sueños que tenía / escriturados ya por mis asombros”. Entorno los ojos. Sueño. Veo un vaho que deja la lluvia caída por las lomas. Todo enfrente es una nube etérea de vapor.

“Campanas de amor primero; / nunca tocaron – que pena – a misa mayor del beso”. Tocan esta tarde otras campanas. Son las campanas de las almas solitarias. Esas campanas que ven en cada gota de lluvia un sonido de amor – otro amor – que se lleva el viento ausente de esta tarde.

“… ¿en qué esquina mi infancia / no se santigua? / Cruz que en mi frente / - en el nombre del juego… - / brillaba siempre” Sigue la lluvia. Es una lluvia sorda, monótona, continua… Es el compás de ese algo que siempre está ahí, al otro lado y espera y espera…

“Y la tabla del cinco. Y, tan temprano, / el niño se dirige hacia el mañana /sin saber quién lo lleva de la mano” Y el niño se hizo grande y por muchos caminos, cuando se soltó de aquella mano, vino otra mano. Una mano lejana que dejó entrever la punta de sus dedos y se tocaron virtualmente las yemas y entonces…

“Qué incienso desbocado / - romero, jara / y almoraduj, alados – la luz propaga…” Hay esta tarde una luz especial. Es la luz de otro tiempo. Es la luz de tarde de abril con el campo empapado, con las poesía que encierra la música de las canales, con la monotonía de algo bello que siento que se acaba…

Cierro la última página. Guadiamar. “Aznalcázar, verano del año 2004” ¿Por qué queda todo tan lejano? Cancionero Intímo. Antonio García Barbeito. Sigue la tarde con toda su poesía a cuestas ¿ y tú?



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