lunes, 9 de abril de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sueño


Si amanece y la luz se abre paso entre la niebla y una banda de palomas vuela sobre una loma y en el horizonte se recortan unos cipreses y un casarón viejo  que apunta a ruinas y hay dos olivos solitarios con las copas unidas para sombra de una caminante sediento  cuando llegue el estío… estás en la Toscana.

Si en la ladera aguarda una casa de adobe y los restos de la niebla se agarran y se resisten a abandonar el fondo del valle, si unas lindes con hierbas crecidas y de líneas quebradas que marcha los límites entre cultivos y por encima de todos hay un montículo con una casa solitaria rodeada de cipreses… estás en la Toscana.

Si un ciprés solitario le marca el camino a las nubes que transitan por el cielo azul y limpio donde el azul es más intenso y las nubes más caprichosas y una alfombra de jaramagos pulsea el verdor de los campos en primavera y el silencio silba cuando asciende y se asoma para ver qué hay al otro lado de la colina… estás en la Toscana.

Si un rayo de sol se filtra y baja por entre nubes tormentosas de primavera y se acuna en los trigos revolcados y un grupo de cipreses se acurrucan entre ellos y ponen una nota pintoresca, única y diferenciadora, si entre loma y loma queda la marca de un cahorro que llevó agua algún día y ahora solo deja su constancia… estás en la Toscana.

Si entre el horizonte y los campos fértiles se levanta una línea de guardianes que bambolea el viento llamado cipreses y marcan el camino y llegan a la casa solitaria que aguanta con adobes desvencijados el paso del tiempo y un espantapájaros es terror para los que osan a venir y se granado el trigo… estás en la Toscana.

Si en un claro de olivos un caballo blanco come margaritas y amapolas y florecillas bienvenidas en primavera y un camino tortuoso y orillado, a ambos lados, de cipreses que te llevan a un caserío donde puedes abrir tu caja de sueños… Entonces, entorna los ojos y no lo dudes. Estás en la Toscana.




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