miércoles, 25 de abril de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Juanico, el de Bonela




Hoy he pasado por la calle Juan Naranjo. En los papeles viejos, aparece también como calle ‘de los Naranjos’ porque padre e hijo por quienes le pusieron nombre a la calle coincidían en nombre y apellidos. Lo primero, un azar; lo segundo, algo normal.

Es una calle recta y llana. De principio a fin. Cuando yo era niño tenía calzadas en su acera derecha conforme se avanzaba desde el Camino Nuevo hasta la calle del Viento. La primera calzada era la de Chivanes. Personaje típico que dejó huella de muchas cosas.

En la calle Juan Naranjo también vivió un hombre muy especial. Se llamaba Juan Martín del Río. Era un hombre alto, cargado de espaldas. Caminaba con los brazos entrecruzados, por detrás, asiéndose entre sí,  las manos. A Juan Martín se le conocía por Juanico, ‘el de Bonela’.

Solía acudir a todos los entierros. Entonces, los entierros seguían al cura, al sacristán - canturreando latinazgos -   y a tres o cuatro monaguillos. Detrás del difunto, los dolientes masculinos - en aquel tiempo no acudían las mujeres - , un séquito de hombres,  y un poco más atrás, con babuchas, Juanico ‘el de Bonela’.

Regentó una gran tienda de comestibles. Una de las emblemáticas del pueblo. A los niños nos encantaba ir a su tienda por los mandados. Siempre tenía un caramelito de anís para mandadero… Era un comercio muy completo. Siempre repleto de existencias. Acudía, como clientela, mucha gente del campo. Amarraban las bestias en las rejas de las casas colindantes…

La casa era grande y espaciosa. La puerta principal daba a la calle Juan Naranjo, por las traseras al corral. Allí se almacenaban de los comestibles. Se podía acceder desde otros corrales y vivienda colindantes.

Una noche escuchó ruido. Se acercó. Encontró a los ‘visitantes’…

-         Hijos, salid por la puerta, no volváis a saltar por la tapia que os podéis hacer daño…. Descorrió el cerrojo, y los dejó ir.

He seguido calle abajo. Antes de llegar a la esquina me he parado. He recordado la panadería de ‘Faroles’ con olor a pan caliente y retamas  para caldear en la puerta… y, luego, ¿luego?… me he dejado llevar por la calle del Viento. ¿Habrá nombre más sugerente para una calle?




1 comentario:

  1. Qué bonitos recuerdos, Pepe.
    Me lo imagino y parece un trozo de una novela.

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