jueves, 12 de abril de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Afrodisíacos


 La publicidad en la televisión se deshace en dar soluciones a todos los problemas. A algunos más que a otros. Lo arregla todo y si se refiere a ciertos temas entonces ni hablamos. Naturalmente ninguna de las soluciones, válida.

La gente se lo cree casi todo lo que interesa. Piensa que la solución está como la panadería dos  portales más abajo. Se lo traga como Mary Poppins se tragaba la píldora. Ahora, porque anda por medio la conveniencia, tiene el azúcar de la credulidad. En el pecado llevan la penitencia.

Los que han usado algunas de esas cosas saben que es mentira; los que no los hemos probado nunca, también. La credulidad no tiene límites. El otro día hablaban que unos manteros vendían ‘ferraris’ a precio de utilitarios. ¿Cómo se pude ser tan ingenuo –por no decir, tonto - para caer en esa trampa?

El cebo más sabroso es el de los afrodisiacos. Pican, o al menos dan esa impresión, como los insectívoros con las hormigas aladas… Publicitan,  incluso,   libros de cocina que ayudan a elaborar comidas afrodisiacas. Y digo yo ¿hay algo más estimulante que un plato de papas fritas con dos huevos, un chorizo y un vaso de tinto bueno? Seguro que se salvan los muebles. Seguro. ¡ Y,  qué poca publicidad se ve en la televisión de ese menú…!

La gente es muy crédula. Se cree que ningún político de los que han intervenido en los ‘eres’ sabía nada de todo el melindreo que había en sus dominios; se cree que Urdangarín y el tal Diego López son tan inocentes como una doncella de convento; admiten que eso de los trajes y otra bagatelas son minucias y cosas sin importancia. ¿Un máster? Eso, en la botica de la esquina.

La gente busca soluciones. El otro día, un señor entrado en años vendía no sé qué producto contra el envejecimiento. Y digo yo, podrían haber puesto alguien con menos arrugas, más pelo y más lozano. La pregunta venía de cajón. Oiga y ¿por qué no se lo administra usted y vuelve dentro de un mes? A ver, a ver…



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