sábado, 20 de enero de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. De ayer a hoy



Foto. José María Aranda

 

Cinco calles y una Plaza. Cinco chorros de agua de una fuente que mana historia.  Días compendiados uno tras otro para aportar belleza y dejar constancia que puede ser una Plaza Mayor de cualquier ciudad de Castilla. Aquí es nuestra.

La Plaza Baja, desde hace unos años con el apellido añadido de “la Despedía” en recuerdo del evento de la mañana del Viernes Santo. Allí arrancan o llegan que para el caso es lo mismo: Bermejo o Benito Suárez; de Atrás, calle Toro, la calle Postigo y la calle Ancha que se queda estrecha para según qué cosas.

A un lado el Barranco, ese Albayzin blanco chorreado como espuma de una Vía Láctea imaginaria que baja de las Torres donde acuna a la Historia en el castillo; al otro, el templo de la Encarnación. La joya manierista de Álora atribuida a Pedro Díaz Palacios, maestro de obras de la catedral de Málaga y que aquí dejó una parte importante de su trabajo.

 En la esquina de la calle Benito Suárez, en aquel tiempo “Bermejo” se construyó el Hospital de San Sebastián; en la esquina con la calle Ancha las Casa Capitular, los graneros de Pósito, el alfolí de la sal, la carnicería y la cárcel pública (qué pena que exista esa dependencia, ¿verdad?).  La de Atrás, al otro lado de la iglesia…

La calle Postigo  bajaba de la muralla. Es la más antigua de la población. Aparece en el Libro del Repartimiento de 1486 y se llamó Postigo de la fortaleza y Postigo que entra en arrabal de la Villa. Poco después, Postigo de Malpartida refiriéndose a Cristóbal de Malpartida, caballero entre los vencedores a quien se da casa lindera con el adarve. Durante el siglo XVII se conoció como calle de Bermúdez. ¿Quién sería ese tal Bermúdez?

Por la calle Ancha – te lo he dicho otras veces – sube despacio. Párate de vez cuando. Vuelve la vista atrás. Por momentos te asombrará el campanario de la iglesia y el pueblo a sus espaldas. Cuando hayas subido un trecho, a tu derecha, se abre la calle Churrete – por más que lo he preguntado y buscado nunca he encontrado la razón del nombre – y te muestra la vega amplia y feraz. Termina en el Llano de las Mona, y de ahí hacia abajo el precipicio hasta el arroyo Hondo donde estaban los alfares iberos…

Por la calle Toro, que llevaba al Tajo de la Quera, bajaban los que iban a la estación buscando los trenes mañaneros…

 

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