martes, 2 de enero de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Enero tiene otra luz




2 de enero, martes. Ya está aquí. Ha venido porque lo dice el calendario y, porque a un mes sigue otro –y ahora tocaba- y no hay que darle más vueltas. Y, además, abre un año –me temo que hace bueno al ido- y  que, en la ocasión, se viste de bisiesto.

Las tardes aún son cortas. Se tocan de tonos rosáceos cuando sopla el aire del norte y deja, en la cara la sensación de frío. El sol se va pronto. Se recogen temprano los pájaros y se han despojado de hojas los árboles: higueras, almeces, granados, chopos… parecen figuras de esperpento que agitan los brazos en las sombras.

Va la gente rápida por la calle. Estos días previos a la fiesta de Reyes llevan muchas bolsas en las manos y menos dinero en la cartera. Nos autoengañamos con las tarjetas. Están abarrotadas algunas tiendas. Dicen que es culpa de la crisis y que la gente compra compulsivamente. No entiendo nada. Mas de media hora de espera para entrar en algunos aparcamientos. En Málaga no se cabe….

No por esconder la cabeza aquí ha cambiado nada. El mundo con los papeles perdidos. Da miedo ver un telediario. Por si faltaba poco, los dos Orientes, locos. El lejano, quiere dominar el mundo. De hecho, ya casi lo hace; ahora va – dicen - a por África; en el del Medio, sus dirigentes han perdido la poca razón que podría asistirles. Muerte, desolación, odio y miedo…

Hemos vivido unos días de buenos deseos. Me temo que ha habido más de deseos que de realidad. No sé por qué, pero a uno le entra algo de zozobra y mucho de impotencias cuando ve la realidad que nos asiste. Me acuerdo de los versos de Juan Ramón: “¡Cuantas almas se van de la vida / estas tardes sin sol ni luceros!”


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