domingo, 19 de diciembre de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora.

 

 


Los madroños ofrecen sus frutos con los últimos coletazos del otoño y antes de que lleguen las heladas del invierno,. Son amigos del sol, de los lugares soleados o en penumbras (que aunque parezca un contrasentido, no lo es). Sus frutos, de un colorido (los bosques encantados, también) excepcional, ponen una nota bellísima, diferenciadora entre todos los colores propios de la estación.

Estos arbustos no llegan a grandes alturas. Se crían en tierras bien drenadas, toleran la cal pero no los sitios excesivamente encharcados donde no corra el agua. Crece entre los barrancos y desfiladeros y, a veces, su presencia entre los roquedales es una nota llamativa entre de la botánica rupícola.

En jardinería se emplea como elemento decorativo. Son ‘puñeteros’, o sea que no soportan bien los trasplantes. Es aconsejable su siembra por semillas que ofrecen más garantía de reproducción si bien no es fácil la obtención de plantas nuevas.

Es símbolo, conjuntamente con el oso de la ciudad de Madrid. Es de esos enigmas que no tienen una explicación ni fácil ni convincente. Ni el oso es un animal típico de la zona ni el arbusto tampoco. Dan la explicación algunos historiadores locales afirmando que en 1222 en un reparto de la riqueza que rodeaba a la villa, a los vecinos le correspondieron los boques; a la iglesia, los pastos…

Unos Tangos de la Repompa, que murió muy joven, nacida en la calle La Puente, en el barrio de El Perchel de Málaga y discípula de La Pirula,  llevó el madroño al Flamenco y cantó aquello de “Quien quiera madroños  vaya a la sierra / olé Morena, vaya a la sierra / porque se están secando su madroñeras / olé Morena, sus madroñeras”.

Hasta hace unos años, en el Llano de la Trinidad, cerca de lo que fue la Casa de Socorro, en algunos puestos callejeros se ofrecía la mercancía como venta ocasional y de temporada a los paladares que gustaban de estos frutos desconocidos y exóticos. En otras épocas del año – según la estación -  se ofertaba cañadú, limones cascarúos, palmitos, almencinas, (baya del almez), dátiles frescos… Eran otros tiempos. La carestía y la falta de casi todo, hacía apetitosa cualquier mercancía barata que estaba al alcance de chaveas con muchos remiendos y poco dinero en los bolsillos…

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