sábado, 18 de septiembre de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La galería


                             


                                      A Sebastián, que está atareado coleccionando abriles…


La galería tenía unos arcos grandes, luminosos, abiertos al exterior por los que penetraba el sol de la mañana.  Los arcos - quince - se sostenían en columnas de ladrillos vistos coronadas por cimacios sin pretensiones artísticas y sobre un poyete corrido. Imitaban un mudéjar importado, que daba al edificio un sello de sobriedad no exenta de belleza.

La galería, paso obligado en la vida diaria, ocupaba toda la fachada a sol naciente. En las noches de invierno cuando arreciaba el aire de Levante, era un verdadero tormento cruzarla, sobre todo cuando se salía del interior de los salones calentados solo por la temperatura humana, porque no había otro tipo de calefacción…

En el fondo, junto al primer arco, la campana, pequeña, aguda, marcaba la vida desde el amanecer hasta la retirada. Cada toque tenía un significado y rompía el silencio de cada momento. Toques de repique eran anuncio de recreo; una, dos, tres, cuatro… el anuncio de que se iniciaba la clase correspondiente; un doble toque con dos campanadas secas continuadas y espaciadas entre ellas, decía que había llegado la hora de ir al comedor…

Recurro a mi vademécum particular, o sea a Sebastián y me confirma aquellas lecturas que don Manuel González, el obispo hoy en los altares, había hecho que se grabasen en el mosaico del suelo. Él lo llamaba algo así como los aldabonazos de la obediencia.

Y así supimos de quien siempre pensaba que las cosas mejor dejarlas para mañana, con un Cras, o lo de ayer con Heri, y lo que significada el hoy con Hodie y de aquel pillo que siempre pretendía engañar como el pájaro a los incautos a los que usurpaba su nido, y lo llamó el Cuco

Las lámparas colgadas del techo estaban espaciadas. Eran de forja y cuando el viento soplaba con intensidad se balanceaban con un vaivén corto y leve y hacía que la luz se moviese por el suelo en un ir y venir de olas imposibles en un rebalaje inexistente.

A la galería se abrían los ventanales de los salones de estudios, que también servían de aulas de clase y donde se realizaban la mayoría de las actividades, la Biblitoteca, o las dependencia de los Padres Espirituales…

En la parte de afuera, al otro lado de las columnas, unos jazmineros enormes perfumaban las noches de mayo cuando bajábamos a la Virgen del Recreo.

 

 

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