viernes, 17 de enero de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La persiana IV. (Relato corto)

                                    

                                                                IV

                                                                                        (…Viene de III )

Siguió andando. Pensó, si es que las estatuas sienten, el frío que debía pasar don Ramón María del Valle-Inclán en su monumento de bronce bajo aquel olivo que estaba fuera de sitio, como también estaba fuera de sitio el ramo de geranios que la gitana ofrece a don Juan Valera un poco más arriba, en mármol, antes de llegar a Colon. ¡Bah, tonterías! se dijo para sí mismo y continuó con paso seguro. Le faltaba aún tiempo para coger el tren y el viento fresco que le daba en la cara le sentaba bien. Lo agradecía. Sintió un cierto alivio. Algo que venía de fuera, por no sabía qué extraña razón, en aquel momento, estaba con él.  Sabía cuál era la realidad que se encontraría muy pronto…
Madrid tenía un ruido sordo bajo unas luces que anunciaban Navidad  y que no le decían nada. Al menos a él, que había ido a resolver, y no ha había resuelto, - “todo lo que somos es polvo en el viento”, masculló - y todo aquello le resbalada como resbala un taco de jabón olvidado en un cuarto de baño de hotel…
Cruzó frente la luz tenue que iluminada el monumento al soldado desconocido. Tenía una cosa en común con ese ser anónimo: los dos eran dos desconocidos. El Museo Thyseen estaba cerrado y el Caixa Forum, también… A esa hora la ciudad tomaba otro aspecto y los edificios iluminados, con luz indirecta, daban una imagen irreal y de fantasmas. En la Plaza de Cánovas no funcionaban las fuentes. Con ese frío no habría mucha gente con ganas de contemplar los surtidores, ni esa de Neptuno, nombre con el que se la conocía por el pueblo llano, ni otras que adornaban las calles de la capital. La gente, la masa de turistas que acude cada día al Museo del Prado, había desaparecido. Estaría en algún hotel, o andaría acicalándose para asistir a alguna cena o a algún espectáculo. Seguían allí, asomados al balcón las figuras de época que una casa comercial había colocado en la barandilla del balcón de su comercio para captar la atención de la población flotante. Pasó por delante del Jardín Botánico… Ahora en los meses crudos del invierno no tenía la vigorosidad ni la frondosidad  esplendorosa de los meses de primavera y verano cuando la naturaleza se vuelve exuberancia.
                                                                                     (Continuará...)






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