domingo, 5 de enero de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Abanadonado a su suerte






Quizá en un día de ilusiones de los que  todavía creen en muchas cosas  - los grandes, o sea, los que los años han dejado un montón de hojas del calendario sobre nosotros, también – como es el Día de la noche de Reyes sea una futilidad escribir de fútbol.

El entrenador del Málaga ha hecho unas declaraciones fuertes. Dice, llana y sencillamente, que los han engañado. A él y a otros muchos. Todo eso del deporte y otras cosas que se cuentan son milongas. Se sabe. Cuando asistes a una obra de teatro que es una ficción pero crea una realidad diferente a la que es, también, pero vas.

En una situación de hondas preocupaciones por aciertos y desaciertos, en  España,  el fútbol es una válvula de escape. Un escondite para olvidar un poco la realidad. Algo parecido le ocurre al pescador que echa la caña y espera a que piquen y deja que pasen las horas, mientras él, absorto, solo ve el corcho que flota en el agua a la espera de un movimiento repentino.

En todo juego se gana o se pierde. Más de lo segundo. En el fútbol, también. Otra cosa es dejar el barco a la deriva y sin capitán que intente su gobierno y que sobreviva en un mar de olas encrespadas. Es imprescindible alguien que dirija, que tome decisiones, que encamine la singladura… Lo demás puede ser el juego de una ruleta que nunca se sabe dónde va a pararse.

En ese negocio oscuro porque se mueven otros intereses inconfesables que es el fútbol siempre existe el aficionado que siente una especie de sentimiento. Se llama cariño o ilusión por aquellos que él cree sus colores. Da igual que sea por el Alamillo de Arriba, por el Alamillo de Abajo o por un club perdido en ese otro mundo que ni aparece en los mapas.

El aficionado al fútbol  es – somos – tan crédulos que pensamos que casi todo el mundo es bueno, hasta los que se empeñan en demostrar lo contrario. De aquí a muy poco tiempo, en el equipo de ‘mis’ colores, o sea el Málaga puede que ocurran cosas, muchas cosas. Hasta una que duele nombrar: desaparición. Cuestión de tiempo.

Y digo yo, ¿y si los Reyes Magos nos hacen el regalo? Y, entonces…



No hay comentarios:

Publicar un comentario