lunes, 9 de junio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Muerte en Venecia

                                             

Regresó Marco Polo a Venecia veinticinco años después. Año más o año menos. Anduvo por medio mundo. Viajó por la tierra de Asia que entonces –ahora, casi también – era mítica. Llegó hasta Pekín. Los suyos, luego, los metieron en la cárcel y allí, lo contó todo en un libro extraordinario de viajes: “Las maravillas del mundo”.

Muchos años después, en el Barroco, un cura pelirrojo y veneciano, con enorme sensibilidad se entretuvo en llevar a la notas del violín todo lo que pasaba del paisaje, que era suyo, a su alma y lo dio a los demás. El cura pelirrojo se llamaba Vivaldi; compuso: Las cuatro estaciones.

Un francés de origen armenio nos encandiló a los que andábamos por los veinte años. Cantó a una Venecia de ensueño. Una Venecia distinta porque se había perdido el amor. “Una Venecia más triste y más gris”, decía, como si Aznavour no supiese que cuando se pierde el amor…

Luchino Visconti -"Muerte en Venecia"-  dijo al mundo desde el cine cómo puede vivirse la soledad del amor imposible desde la playa, desde el gran lujo del hotel del Lido, desde una café bajo el puente de Rialto cuando pasan las góndolas y bajan por el Gran Canal…Mahler con su Quinta Sinfonía puso lo que pudiera faltarle.

Leo en el periódico que Venecia se muere. No sólo por el agua; no. Se muere por corrupción de los que no deberían serlo, porque la gente huye, porque las aguas… ¡Sabe Dios qué van a hacer las aguas con ese macro proyecto bautizado como Moisés!

De Venecia salió para Roma, una mañana, Giussepe Sarto. Con su Secretario de Estado, Merry del Val - español por cierto -  intentó poner orden. No pudo. Se lo llevó por delante la I Guerra Mundial; San Pio X, en los altares. Salió, Angelo Roncalli. “El Papa Juan”; pudo con él el Concilio; en los altares, San Juan XXIII. Salió, Albino Luciani, Juan Pablo I… Ni calentó el sitio. Dicen…


Venecia se muere. ¿Ella sola? Según cuenta el periódico le están ayudando- y mucho – los demás… “Qué profunda emoción…qué callada quietud… qué tristeza sin fin… qué distinta Venecia…” con su alcalde en la cárcel.

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