domingo, 29 de junio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Verano


                                               

Ha llegado el verano como siempre. Calor durante el día;  refresca, algo, por las noches. Dicen que como no ha llovido en las estaciones precedentes se presenta ‘largo y duro’. ¿Alguien piensa en veranos cortos y dulces? Vamos, hombre…

Hace años, cuando yo era niño bajaban, las mañanas de los domingos, los trenes botijos. Venían de Córdoba y buscaban - entonces aún no tenían los cordobeses apartamentos en Fuengirola - las aguas saladas de la playa.

El regreso era un tren de ‘salmonetes’ achicharrados por los calores soportados a piel desnuda. Tampoco, entonces, había protectores. Pero habían estado un día en la playa. Cesta de palma, sandía caliente y tortilla de papas con arena. ¡Qué bien lo hemos pasado!

Ahora se va a la playa de otra manera. Han cambiado los tiempos. Cerveza fresquita en el chiringuito y espetos de sardinas. Estelas de plata braseadas con leña sobre la arena caliente de la barca. Pasan las quinceañeras en chancletas y toalla al hombro. Por las ventanillas del coche sale la música de chin-chin-chin…

Ya no tiene el verano  para el hombre del campo - las máquinas la han desplazado - la dureza tremenda de la siega. Cuadrillas de gallegos cruzaban los puertos de  Padornelo y Piedrafita camino de Castilla. Tierra del Pan en Zamora, Tierra de Campos en Valladolid, para llegar, luego, a las campiñas de Carmona, de Écija, de Fernán-Núñez…

Barbeito vio al segador como el hombre al que corría “una corbata de sudor de la nuez hasta el ombligo” y el Nuevo Mester de Juglaría le cantó aquello: “de segar de los sembrados / ya vienen los segadores / de beber agua de pozo / todo llena de gusanos”.


Ya está aquí el verano como todos los años. Decía Ramón Gómez de la Serna que para ser feliz le bastaba el verano y los nardos. Con todos los respetos hacia el maestro, si no le importa, yo me quedo con los nardos.

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