sábado, 2 de septiembre de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La otra orilla del Tiétar


                   


                          Embalse de Rosarito, río Tiétar, entre Ávila y Toledo.

 

2 de septiembre, sábado. El coche que me lleva corre rápidamente. Atrás, a mis espaldas, Gredos; enfrente, en la lejanía, el alto de Mirabete y Navalmoral y Oropesa y la autovía que lleva a Portugal, la tierra de Camoens y de Vasco de Gama. Esos eran otros viajeros; en medio, la vega del Tiétar.

Paso por Robledillo. Han sembrado la travesía de palmeras. ¿Por qué añoramos lo que no nos es propio? En la mediana, rosales. Son de color rojo. Tienen rosas diminutas, pero aquí no ha hecho tanto calor ni las ha quemado el sol. La iglesia de San Miguel está cerrada; desayunan en la puerta del bar gente que está de vacaciones…

Cruzo el río. Hay plantaciones de tabaco. Frondosas, verdes; las panochas ponen una nota de diferencia. En Talayuela vuelvo a girar. Me dirijo a Santa María de las Lomas. Es un pueblo de aquellos que hicieron cuando los Planes de Desarrollo. No hay nadie en las calles. Dudo en un cruce. Un coche que viene detrás no admite mi desorientación, toca el claxon. A lo mejor piensa que eso disipa mi duda… El agua de los aspersores sobre los jardines pone una nota de frescura en la mañana limpia de nubes.

Sigo camino. Campos solitarios; maizales, tierras sembradas de hortalizas, tomates rastreros y pimentón. Mucho pimentón. Desde que ha comenzado a bajar la subvención al tabaco, el pimentón – Pimentón de Vera, al que suplantó el traído de China – incrementa su cultivo.

En Pueblonuevo de Miramontes hay aparcados coches de gente que ha venido a pasar las vacaciones; juegan una partida en las mesas que ocupan la terraza de la plaza. Entro en el bar, como el pueblo, es nuevo. Una mujer relativamente joven tras la barra:

-         Una caña, por favor

-         No tengo cañas, solo botellines…

La mujer tiene unos ojos negros grandes, preciosos. Es delgada y tiene un talle de cintura fino. Me atiende y se adentra en lo que supongo que es la cocina. Al ratito, vuelve. Trae un plato de pimientos con magro y pan crujiente. Los pimientos de sabor dulce, de textura delicada; exquisitos. Le pregunto por las Ventas de San Julián – en contrasentido al pantano de Rosarito a donde también quiero ir – y me dice que Las Ventas como que no; el pantano, sí

-         ¿Qué le debo?

-         Dos cincuenta….

Me voy al pantano. Es un mar interior. Es una sorpresa de agua remansada. La brisa de la mañana levanta olas pequeñas, diminutas. Se me pierde la vista…

 

 

 

 

 

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