miércoles, 13 de septiembre de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Noche de septiembre.

 

            


13 de septiembre, miércoles. La llegada de la noche de septiembre es serena. El pueblo parece en calma. Se han recogido los pájaros. No ladran los perros. Las palomas retornaron de los barbechos y han encontrado su sitio en el palomar.  Hace un rato empezaron a aparecer las primeras luces; ocuparon su sitio. Pusieron su nota de primor en la sinfonía que comenzaba.

En los cerros de enfrente por donde los Lagares dicen que tocan con la yema de los dedos el horizonte se ha  difuminado la luz. Pierden aridez sus crestas. Ocupan su espacio en el cielo. Van de punta a punta como quien toma posesión de lo que es suyo. Luego, cuando ya sea noche cerrada sobre él aparecerán algunas estrellas.

Un rato antes por allí transitaron nubes de tormenta. Se pasearon por el cielo, pero luego pasaron de largo. Visto lo que ha ocurrido en otros sitios uno ya no sabe qué es mejor si que se asiente o que sigan su camino. Hace falta, mucha falta que llueva, pero que no degenere en tragedia.

En la vía de AVE con la llegada de la oscuridad se ve, en la lejanía, que brilla la luz roja de su semáforo. Esas señales luminosas en los trenes de antes tenían su sentido de ser, pero ahora con trenes tan sofisticados que los mandan desde cientos de kilómetros… No sé. Si están puestas, el que lo lleva lo entiende.

Ha sonado el claxon de un coche. Debe ser alguien muy cumplido que ha saludado a algún conocido. Antes los coches, algunos coches, tenían un concierto de trompetería. Aquello estaba prohibido y era denunciable. Yo pienso que también era la forma de identificarse que tenían algunos macarras. Dejaban señal sonora de su paso.

El cielo, cuando sea noche cerrada, en estos finales de verano muestra una baraja de cartas que anuncia que vienen cambios de estación. Estamos en el preludio del cielo de otoño y serán otras las constelaciones que titilan en la lejanía de las distancias siderales. Por cierto, yo, ahora que casi es noche cerrada, me pregunto ¿todo eso está para nosotros solos o lo compartimos con alguien más de los que no sabemos ni sus nombres? Y en mi silencio valoro la suerte de vivir en un lugar como éste y que un fotógrafo excepcional, Jose Ramírez lo recoja y nos lo regale…

 

 

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