martes, 12 de septiembre de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¿Quién lo arregla?

 

 

                                 


12 de septiembre, martes. Las noticias traen tintes trágicos. A lo que nos cuentan de Marruecos se une, ahora, Libia. En un lugar se movió la tierra; en el otro, el agua. En los dos parece que la mano del hombre no hizo bien los deberes. En los dos faltó calidad de construcción ante una amenaza telúrica.

En Marruecos, según algunos, los muertos son más, muchísimos más, de los que dicen las informaciones: aldeas perdidas, caseríos, pueblos enteros a los que no ha llegado – ni va a llegar el progreso – están bajo el adobe. Ya, de por siempre, serán cementerios con sus muertos en las entrañas. Nadie podrá mover las toneladas de tierra que tienen encima.

En Libia la cosa tampoco pinta bien. Allí ha sido una tormenta. La cantidad de agua caída ha roto dos presas. El agua ha corrido sin control por valles, ha desbordado los ríos y ha arrasado todo cuanto ha encontrado a su paso. Hablan de cifras de terror en cuanto a muertos y a desaparecidos que no deja de ser un eufemismo para llamara a los muertos de otra manera.

En Marruecos no han permitido a algunos países acudan a socorrer. Dicen que no son amigos. En Libia sí han pedido la ayuda. Quizá sea tarde. Se le puede quitar el ‘quiza’ porque el daño ya está hecho. Ahora toca intentar alcanzar la normalidad. No es fácil la tarea en ninguno de los dos lugares arrasados por el dolor y la impotencia.

Es probable que acudan con sumas ingentes de dinero a intentar dar un media arreglo. Algunas cosas pueden preverse. Exigir seguridades en las construcciones tanto de viviendas como de presas es algo que entra dentro del sentido común, pero ya se sabe ese sentido ni en los ricos ni en los pobres abunda. En unos, porque están ciegos por su egoísmo; en los otros, porque su pobreza es superior.

Vienen tiempos de reconstrucción. Vendrán también momentos en que algunos se aprovecharán de ese río revuelto – la expresión le cuadra como anillo al dedo a lo ocurrido en Libia – y se enriquecerán a costa de la miseria de los dos. Esa expresión viene bien a ambos países.

Mientras, en uno que yo conozco, y que no es ninguno de esos dos,  aún ocupa portada en los telediarios un crimen pasional entre dos que se habían desencontrado, las tetas de una señora, o el beso compulsivo de uno que lleva mucho tiempo haciendo lo que le place.

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