jueves, 1 de junio de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Venecia sin ti

 

 

                            


       Puente de Rialto. Venecia


1 de junio, jueves. Media tarde. Hacía calor. Era un calor húmedo, pegajoso. Era ese calor de verano con que Venecia es tan generosa y que tan insoportable es a veces. Era el calor de los lugares donde el agua se impone a la tierra, o lo que es lo mismo ese calor propio de sitios, que aunque pueden ser bellísimos son casi insoportables.

Anduvimos deambulado por Venencia. No puede ser de otra manera. O góndola o calles que serpentean y se pierden entre edificios donde la humedad se deja ver en las paredes. Los edificios de Venecia son diferentes a todos los edificios de cualquier otra ciudad donde la humedad manda y pienso ahora en Gante, en Brujas o en Aveiro. Da igual. Esos son distintos.

Entramos a una tienda. Venecia es la oferta permanente donde casi todo se vende. El pagarlo es otro cantar. Venecia es carísima. Me interesé por cristal de Murano. Eso es para economías diferentes a la mía. Por entonces, por ver los precios en las etiquetas no cobraban. (En el puente Vecchio de Florencia, tampoco).

Subimos los escalones que llevan a lo alto del puente. Un canal y otro. Todo es un dédalo de arterias de agua que van hasta el Gran Canal. Pensé en la República de Venecia que participó en Lepanto y pensé en la que se dejaron tras sí  los Patriarcas pensando que iban a volver de Roma en cuanto terminasen los cónclaves. Pensé en los cardenales Sarto, Roncalli o Albino Lucini… Los dos primeros ya están en los altares. Se les venera como san Pio X, san Juan XXIII; del tercero… Juan Pablo I habrá que esperar. Hay demasiado misterio en su muerte.

Declinaba la tarde. Nos sentamos en un café junto al Puente de Rialto. Hace unos días, unas fotos del canal mostraban el agua de color verde. Dicen que es por no sé qué colorantes que vierten para ver no sé qué fugas. Vamos que no se lo creen ni haciendo actos de fe.

Nosotros estábamos alojados en el Lido. Dentro de un rato partía el vaporetto que nos devolvería al lugar de hospedaje. Cuando el vaporetto cruzaba por el Gran Canal bajada un barco descomunal. Al menos a mi me lo pareció, como me parece descomunal la belleza que Charles Aznavour llevó a aquella “Venecia sin ti…” porque “solo queda un adiós, que no puedo olvidar / hoy Venecia sin ti, que triste y sola está…”

 

 

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