sábado, 18 de abril de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Adivinanzas





Tomás López es un profesor que casi toca con la yema de los dedos el título de ‘emérito’. Tomás es de Encinasola,  donde lo conocí: “Estrellita marinera / que vas caminando al norte / dime si podré llegar / a Encinasola esta noche”. Trabaja en Valverde del Camino (Si me pierdo que me busquen / en Valverde del Camino / en la plaza del templete o cantándole a los pinos…”.

Excelente conocedor del folclore de su tierra: “Las cabras del Quirrimí, /van camino a los Silillos,/ les viene un viento de cara, / se le mueren los chivillos”, y de toda la Sierra de Huelva (“Entre Valverde y Calañas, / muy cerquita del Odiel, / en su ermita se venera / a la Virgen de Sotiel, / mi patrona y consejera.” Indaga: “…un puchero de aguardiente / con agua del Berecillo, /las mujeres, la guitarra/ y el cante por fandanguillos”, y lo transmite en un abanico de libros publicados.  Aporta lo mejor que tiene dentro. Lleva, través de la palabra, el conocimiento de todo lo que emana del saber del pueblo: “Allá arriba en la sierra / está nevando, / las pastoras están solas con el rebaño”.

Cuando comenzó este baile de miedo nacido en tierras lejanas,  y luego afincado, como un mal vecino, entre nosotros, comenzó a publicar, cada día, un artículo: “Diario de un confinado” (Tomaslopezlopez.es). Es algo muy bueno, buenísimo.

Transmite optimismo, dentro de la realidad, por supuesto. Otra cosa sería una insensatez y este hombre no ara en esos campos. No conforme con eso, en cada artículo inserta una ilustración musical. Ayer le tocó a Jarcha, ‘Adivinanzas’. Entresaco dos letras: “Los pajaritos y  yo / nos levantamos a un tiempo / ellos a cantar el alba / yo a llorar mis sentimientos”.

Mientras escribo esta líneas cantan lo mirlos con esos silbos tan propios, tan suyos que los hace inconfundibles. Hay también una sinfonía lejana de chamarines y jilgueros, el sonido monocorde de la abubilla, y la juerga de los gorriones en los cipreses de la alberca.

Sigue Jarcha. Canta la voz de una mujer. Habla de una fuente de piedra a la vera del camino, de un cantarillo con agua que nadie se lleva… Entorno los ojos. Me quedo con otra letra: “Entre dos que bien se quieren / no hay ausencia ni distancia / que los pensamientos vuelan / y los suspiros se alcanzan”. 










1 comentario:

  1. ¡Qué honor, Amigo Pepe. Como bien sabes, las cosas que se leen no tienen todas el mismo valor. Depende mucho de qué se dice, cómo se dice y quién lo dice. Y lo que dices, cómo lo dices y de tu pluma, es un honor y una satisfacción. Gracias. Un fuerte abrazo.

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