jueves, 16 de abril de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Don Camilo


        



Hurgo en estos día de encierro obligado, entre los libros que llevan mucho tiempo en el anaquel. Me encuentro de sopetón con Don Camilo, de Giovanni Guareschi. Dicho así, no deja de ser un libro más de ese motón que uno ha ido acopiando lo largo de su vida.

Este Don Camilo, es una edición de 1968, impreso por el Círculo de Lectores en Barcelona. Tiene pastas gruesas, de calidad, un papel decentemente aceptable, y una letra que hoy, por mor de la merma de vista, sería motivo para no adquirirlo en una librería, o sea, una letra muy pequeña.

Me ha dado satisfacción encontrarme casi con un ‘viejo’ conocido que en aquel tiempo me hizo reír  mucho y me dio muy buenos momentos. Cuando Don Camilo vino a mis manos,  yo era poco más que un muchacho, pero…

Todo transcurre en la llanura entre el Po  - el único río decente, en palabras de Guareschi, de Italia - y los Apeninos. Dice casi al comienzo de su obra que allí “el cielo es a menudo de un hermoso  color azul, como por doquiera en Italia, salvo en la estación menos buena, en la que se levantan espesísimas nieblas”.

Los protagonistas: son el Cristo del altar, Don Camilo y Pepone. El Cristo se identifica fácilmente; Don Camilo es el cura del pueblo que no tiene pelos en la lengua y que a pesar de sus años, tiene  a veces la ingenuidad de un niño; Pepone, el alcalde, alterna su faenas en el taller de automóviles con la militancia política en el Partido Comunista.

El Cristo frena a Don Camilo, le reprende, le aconseja, le marca muchos caminos. Pepone, se ve en ocasiones en el dilema de hacer caso a las directrices de la ortodoxia política o de seguir el sentido común. La obra, que es deliciosa, deja palpable que a pesar de las ideologías, la amistad  - aparente enfrentamiento siempre entre ambos – es lo que impera y se impone.

Tiene Don Camilo parte de autobiografía de su autor, que en el fondo fue un conciliador. Vivió enfrentado al Partido Comunista y  fue encarcelado por la Democracias Cristiana a la que apoyó. Humorista, hombre de fínísimo humor, murió con sesenta años de un ataque al corazón.






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