miércoles, 2 de septiembre de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Llanillo chico

                                                                       A la memoria de nuestro Diego Mamely

El ‘Llanillo chico’ era como Maracaná, pero de pueblo; como Wembley, pero sin yerba y con  piedras; como el Santiago Benabeu, pero nuestro; como el Nou Camp, pero gratis; como el Metropolitano, pero sin “Mendoza, Peiró y Collar…”

En Álora, el campo (¿?) de fútbol se llamaba el “Llano Santana”; o sea, Llano de Santa Ana,  pero con síncope, o lo que es lo mismo, en perote. A los niños no nos dejaban jugar y como alternativa teníamos el ‘Llanillo chico’.

El ‘Llanillo chico’ estaba, a las faldas de El Hacho, entre la Raja del Soldado y el Visillo del Rapagón. En las tarde de aire del norte – ‘aire de arriba’ – allí no paraba ni Dios que siempre buscaba una recacha para resguardarse y lo dejas para nosotros solos. La zona Vip en  el Llano de Santa Ana eran las chumbas del Veneno; en el Llanillo, el Quebraero o las albercas de ‘Cagachín’ y Pepito Pérez…

La Raja del Soldado es una grieta abierta en la roca de arenisca. Daba pabilo a leyendas con muertes de soltados en guerras inexistentes. Debe el nombre a “Cristóbal Sánchez, soldado” que aparece  como vecino de Álora, en el censo de 1561 que el rey Felipe II mandó llevar a cabo para el cobro de las alcabalas y tercias reales.

Cuando  íbamos a jugar al Llanillo no sabíamos nada de eso. El tiempo – y otras cosas – nos lo enseñó después. Las tardes eran largas; a nosotros, se nos hacían cortas, muy cortas. Al llegar a nuestras casas nos esperaba un barreño de cinc, estropajo de esparto y un taco de jabón casero. Nos dejaba escamondados y relucientes como patenas.

Diego Mamely y Juan Cid que se fueron muy pronto; Parrita, Lucas y Enrique… Algunos rebajan, ahora,  peso jugando al golf o haciendo kilómetros. Con la preparación física de hoy podrían haber jugado en algunos equipos de los que ponen por televisión.

Nosotros teníamos unos ídolos a los que no había visto nunca: Ramallets; Marquitos, Santamaría, Lesmes; Mauri y Maguregui; Kubala, Kocsis y Czibor… Los coleccionábamos en estampitas que vendía, en el quiosco, María, la del Guerra; los pegábamos en un álbum con gachuela…

Ignacio Mariscal me lo ha recordado esta mañana cuando salíamos del ‘Pimpi-loponeso’ (el copy, de Parrita), pero sin guerras, (eso mío)…

No hay comentarios:

Publicar un comentario