domingo, 13 de septiembre de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El coche de Rivero

El autobús entonces no se llamaba ‘autobús’. Era el coche de Rivero.  Tenía dos finales de trayecto: la Fuentarriba y el Llano de la Estación. Bajaba y subía a los usuarios del tren. Era destartalado y viejo; hecho a retazos. No cerraban las ventanillas ni la puerta. El volante era grande; a la derecha tenía, sobre el motor, la palanca de cambio y una bocina.

Bajaba por la mañana, muy temprano, al mixto que venía de Ronda y Antequera. Luego, al correo de Málaga. El tren traía y llevaba las cartas. A media tarde, al correo que venía de Madrid; al cortillo y, casi de noche, al mixto de Málaga. Si la cosa venía bien al tren de ‘las once’.

Pepe Rivero era el conductor. Pepe era un hombre erguido, bajito, rechoncho, con un gran diámetro de cintura y amable con los viajeros. El coche tenía, también, un cobrador. El cobrador portaba, en bandolera, una cartera de cuero. Daba los billetes y anunciaba a Pepe dónde debía hacer la parada oportuna.

Si el coche venía lleno daba la vuelta por la Fuente de la Manía, si no, subía por el Camino Nuevo.

En el coche de Rivero había viajeros VIPs. No pagaban el Juez, el Notario y el Alcalde (el Registrador de la Propiedad no acostumbraba a viajar en aquel medio); los curas; la Guardia Civil, ni las mujeres ni los niños de los guardias; no pagaban algunos empleados – todavía no se llamaban funcionarios – del Ayuntamiento…

Allí no pagaba ni Dios. Era un enigma que  aquel negocio sobreviviera. El viejo coche de Rivero era una institución como lo era su conductor. Entre los muchachos se decía que a Pepe le vendaban los ojos y hacía el trayecto sin inmutarse…


Cambiaron los tiempos; Pepe se jubiló. Se renovó la flota y el paisanaje. Un día la gente supo que el billete había que pagarlo. Cosas que pasan. El coche de Rivero fue el heredero de las Diligencias, tiradas por mulas, que acercaban a los usuarios desde el tren a los baños de Carratraca…

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