lunes, 21 de agosto de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El canto de los pollitos


                           


                     El canto de los pollitos. Sotillo de la Adrada (Ávila)

 

21 de agosto, lunes. Sotillo de la Adrada está entre Piedralaves y Santa María del Tiétar que, en los años cincuenta del siglo pasado, cambió de nombre y dejó de llamarse Escarabajosa.  Hizo bien, un pueblo tan bonito no puede tener un nombre tan feo. Se tomó el nombre de la Madre de Dios y por apellido el del río que le da el suyo al Valle.

Sotillo de la Adrada está cruzada por la carretera; tiene construcciones nuevas. La gente de Madrid – está casi a tiro de piedra – se ha hecho una segunda vivienda. Por no sé que extraña coincidencia se ha vestido de aires nuevos y conserva parte del tipismo de antes. Alguien dijo que a todo eso se le puede llamar “la Andalucía de Ávila”. No sé. Algunas veces por querer sobresalir se buscan comparaciones. Se han olvidado que Gredos es Gredos y que Andalucía está donde tiene que estarlo, en su sitio.

En Sotillo de la Adrada tienen algo que no hay en ningún otro lugar. Una configuración de piedras de granito (rocas enormes y durísimas) que simulan una gallina; en su cercanía, otra roca redondeada hace que la imaginación vea un huevo y el pueblo desde no se sabe cuándo lo ha bautizado como el Canto de los Pollitos.

Cuesta dar con él. Anduve por los cerros salpicados de retamas y encinas. Es hora de siesta de un verano de rigor y solo si se tiene voluntad… pues eso. No está bien señalizado. Solo adquiere esa forma de verse si se contempla desde un determinado lugar conforme se baja desde la Residencia que llevan las Hijas de Caridad.

Se cree que, desde que el hombre primitivo se las andaba por aquí, vieron – lo del nombre es otra cosa – connotaciones mágicas e hicieron altares para sus sacrificios humanos en estos petrozoomorfos.

En los equinoccios de primavera y otoño, entre ambas rocas, se ven como aparecen los primeros rayos del sol. El espectáculo, único; la sensación de quienes lo han vivido cuenta cosas muy especiales. Entre ambas rocas puede configurarse la Constelación del Águila pero eso únicamente cuando apunta el solsticio de verano. La ‘v’ formada entre las dos rocas puede considerarse como la base de la Constelación.

Hay algo más. Confluye mucha información que pueden ser naturales, pero donde, incluso pudo intervenir la mano del hombre: oquedades, flechas, una cruz y un cuadrado. Los romanos pusieron cierto orden; el tiempo, después fantasía y otras cosas.

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