viernes, 30 de noviembre de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Iglesuela del Cid





La Iglesuela, que se llamó de muchas maneras, tomó el nombre definitivo cuando terminaba la Edad Media, el apellido mucho antes. Se lo dio Rodrigo Díaz de Vivar, aquel de “Dios que buen vasallo si hobiese buen señor”. Sí, ese. Dicen que el Cid iba camino de Valencia y que rezaba con frecuencia en la ermita a una virgen que -¿cómo, no? se había aparecido a un pastor...

Hacen fiesta a San Antonio Abad, a mediados de enero, el 17; a finales de mayo,  ‘las fiestas del Cid’,  y, luego, por agosto a San Abdón y San Senén, ¿qué por qué son patronos de estas tierras? Ni idea. Si te enteras de algo, te agradezco que me lo digas. En Septiembre, la Natividad de la Virgen… Poca gente y mucha fiesta. Son cosas que pasan.


Tienen a gala haber sido el primer pueblo que implantó un secadero de jamones en Aragón. “Jamón de Teruel”. Fue por los años cuarenta del siglo pasado. Ahora trabaja la tercera generación. Por san Martín, matanzas en la casa y “con sal y ventanas abiertas” de noviembre a febrero,  se sabe se cura jamón y cecina.

Pídelo. Prueba, come y peca. Está para pecar. Ya, ya sé que hay otra cosa que también se llama jamón en otros sitios pero también sabemos tú y yo, que ese – éste, también -  hay que pagarlo. Por cierto, tengo que llamar a Juan Carlos, a Encinasola… (De la cecina ni te hablo, no quiero que me tomes por cruel…).



El viajero llegó una tarde de entrado otoño. Se asombró de muchas cosas. La magnificencia de un pueblo tan pequeño con unos edificios tan imponentes. No te pierdas la iglesia de la Purificación ni la casa Blinque con un soportal sostenido por una sola columna ni la arquitectura de piedra seca que colocan a modo de libro en un anaquel para que el ganado no saltase la tapia…

Debes saber que aquí estuvo unos días, solo unos días, el aspirante Carlos María Isidro de Borbón. Llegó en 23 de julio (1837, Guerras Carlistas). Se cantó un Te Deum – eso que no falte – al día siguiente visita Cantavieja. Vuelve. El 30, pies en polvorosa. ¿Culpables? las tropas del general Oraá…  ¡Cuántas cosas han pasado en estos pueblos donde parece que no ocurre nada…!




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