lunes, 26 de noviembre de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Hacho





Luna menguante de otoño sobre El Hacho

Si tiene – cosa rara – puesta la capucha, es señal de agua. Seguro.  “Cuando el Hacho / se pone la mantilla, / suelta los bueyes / y vente a la villa”.  Aquí las borrascas entran por Estrecho, y el sol se nos va por el Monte Redondo que es un alargamiento del Hacho.

Si subes en día claro, y si ya ha habido alguna nevada, a lo lejos, en línea recta, hacia donde sale el sol, verás una cumbre blanca. Es Sierra Nevada. A la derecha, la Bahía de Málaga, y a tus pies el pueblo – que ahora entenderás  porqué lo hicieron aquí – y la alfombra verde de la vega, o los trigos que despuntan en las loma, o los Lagares que parecen olitas en un mar de montañas.


Día de brumas y lluvia sobre El Hacho

Dicen que es el mejor y único sitio para ver casi todo el pueblo.

Lo verás – el Hacho – por cualquiera de los caminos que llegues. Siempre tiene una faz diferente, e incluso cambiar de cara varias veces. Y si como esta mañana se corona con el último cuarto menguante de otoño, ni te cuento.


Parapente desde El Hacho

Será, también, un ‘chuchillo’ abierto; una meseta en forma de trapecio; un semicirco.  A veces, la roca, se transforma ‘en la puerta de la iglesia´, o en un perro tendido con una enorme cabeza. Otras – no te lo vas a creer – las sombras te jugarán una pasada  y puede aparecer algo tan asombroso como la mismísima efigie de Gizeh, o de Buda sentado y gigante o de fantasma que agita los brazos. Siéntate en la ladera del ‘quebraero’;  espera a que caiga la tarde…

Puedes subir, si quieres, por el Sabinal y los Cortigüelos.

Si andas holgado de tiempo, a pie. Por el ‘cuchillo’, la ascensión es más difícil; más cómoda, por la Viñuela. Aprovisiónate de agua. La única fuente, la de Pedro Sánchez – otro, Pedro, claro – está al otro lado de la vertiente y fue mencionada, hace más de quinientos años, en los papeles del repartimiento en tiempos de los Reyes Católicos.

Huele a tomillo, a romero y cantueso.

De vez en cuando, párate, y vuelve a mirar hacia atrás.

Tiene también una gruta – que nadie ha visto – misteriosa y profunda donde se oye el rugir de las olas del mar.

Los precipicios,  enormes, así que, si padeces de vértigo, ya sabes…

Párate a escuchar el campo. Párate a escuchar los silencios… y el viento.


Puesta de sol por el Monte Redondo (Estribación de El Hacho)





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