lunes, 11 de junio de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Leonardo, una gota de nostalgia



Bernardo Ferrándiz  nació en Valencia. Estudió en la Escuela de San Carlos. Convivió con Fortuny en París, y en Madrid con Madrazo. Su llegada a Málaga – mediación del  XIX – es providencial para el florecimiento de una escuela pictórica. Él va a ser su impulsor. Aparecerán  grandes pintores. Es la Escuela Malagueña del  Siglo XIX

La ciudad de Málaga ha rotulado con sus nombres algunas calles. Al maestro, casi a los pies de Gibrafaro, en la Victoria. A otros en el barrio de Zamarrilla: José Navarro, Blanco Coris, José Gatner, Pedro Saénz…  Algunos sin su nombre en las esquinas. La nómina sigue con Moreno Carbonero, el de mayor celebridad. Nogales, Simonet, Martínez de la Vega, Ocón, Muñoz Degrain, Denis Belgrano…

Varios inconvenientes truncan esa Escuela. La muerte natural de casi todos antes de la mediación del siglo XX, la llegada de la dictadura con un parón en el arte,  y las nuevas corrientes como las impulsadas por otros malagueños, Picasso o Moreno Villa muy alejados del realismo que ellos propugnaron.

Hay una gota suelta, fuera de ese tiempo en el océano de la pintura malagueña. El niño nació en calle Cózar, lo bautizan, como a Picasso, en Santiago;  a Nogales en San Juan. Son niños que crecen en el centro de la ciudad, donde en aquel entonces había “más de cien tabernas y una sola librería”.

Leonardo Fernández, apunta. Acude a clase con Juan Baen; luego, vuela solo. Hoy es el único representante de aquella escuela. Es la gota perdida en el cristal del tiempo por el que baja y deja esencias.

El agua del grifo que goteaba en el patio de vecinos cuando niño, vida sobre la orza de barro vidriado, el plato de cerámica, bodegones, o los racimos de uva sensuales: todo es arte.

A sus  cuadros afloran los colores. Azules, celestres, blancos amarillos… Es el encaje de la mesa, el nácar de las olas en la bahía que compiten con las sirenas susurrantes de los barcos…

Tiene Leonardo Fernández, además una extensa colección de obras de carácter religioso: carteles, Viacrucis, o la magnífica obra, el ‘Bautismo de Jesús’ que donó al pueblo de Álora. Allí el Jordán es Guadalhorce y entronca el mensaje bíblico con la realidad del pueblo. Leonardo Fernández desde la orilla de mar de Ulises es la gota de nostalgia en la pintura malagueña…




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