miércoles, 20 de junio de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Jazmines de atardecer



La tarde está calurosa, tórrida. El verano presentó tarjeta hace unos días. Es lo que nos espera. A ciertas horas, lo mejor es buscar la sombra, y si es en la penumbra detrás de las persianas, mejor. No hay viento. Hasta mediodía sopló el levante; luego, se echó.

Pasa por la calle un grupo de mujeres. Van de excursión. Vociferan. Curiosamente, la gente,  aunque tenga cierta edad, no se habla entre ella. No. Se gritan. Parece que así afianzan más su presencia. No hay más griterío que el que había en los mercados de antes. Eran otros tiempos.

Las señoras llevan ropa nueva y un bolso al brazo. Algunas, zapatos con tacones. A la noche puede que le duelan los pies. El refrán dice que ‘sarna con gusto no pica’. Por ahí puede ir la cosa. Con estas temperaturas seguro que las pinturas deben agregarle unas calores que no vienen en el programa de mano. Cada uno se lo monta como le viene en ganas. Me parece fenomenal.

Han florecido los primeros jazmines. Hacen su aparición cuando declina la tarde. Todavía no perfuman las noches. De hecho tampoco  ha venido ninguna de esas en que no se mueve nada. Vamos, por no moverse ni los gatos por los tejados.
Los primeros jazmines son florecillas tímidas. Han sido los primeros en tomar relevo de las rosas que ya ha castigado el sol. Algunas, las pobres, están de pena. Luego, cuando pasen unos días entrarán a tomar posesión de lo que es suyo,  heliotropos, damas de noche, y la yerbaluisa que, con solo acariciarla, ya deja un aroma especial.

El periódico habla de no se sabe cuántas toneladas de medusas en las playas. No contentas con fastidiar a los bañistas parece que también amenazan a las sardinas a las que puede conferir un sabor diferente. No sé qué hay de cierto. No tengo problemas, a mí me gusta echarle guindillas a hasta al café con leche…

Dice, también, que algunos de los acogidos el otro día en Valencia, no volvieron a cenar y que han puesto pies camino de Francia. El habla, - ¡que dulce es el francés, ¿verdad, ‘mon amour cherie’? – o quizá sea que el personal de aquí no les gusta tanto… Me quedo con los primeros jazmines  que abren cada anochecer.




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