miércoles, 13 de abril de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Cristos

 

Cristo de la Clemencia. Sacristía de los Cálices (Catedral de Sevilla). Juan Martínez Montañez.

                              

13 de abril, Miércoles Santo. De la mano del maestro, de mi maestro Manuel Alcántara, me he parado a rezar con él al Cristo de la Buena Muerte. Su oración me ha servido una vez más, para acercarme hasta los pies del que está en la Iglesia, al otro lado del río… porque como dijo el maestro “cuando dio las tres voces lo oyeron en Santo Domingo, en las tinieblas y en la Legión”.

Tenemos un Cristo para muchos momentos de nuestras vidas. Son los Cristos que están a la orilla del camino y que algunas veces hemos encontrado… O ahora que lo pienso, ¿y si es al revés, y son ellos los que se nos han hecho los encontradizos? No lo sé, no lo sé, pero lo intuyo…

Al Cristo de la Clemencia, el que está en la capilla de la Sacristía de los Cálices en la catedral de Sevilla, me llevó don Antonio García (un sevillano de Dos Hermanas y uno de los hombres más buenos que he conocido en mi vida…). Yo era un muchacho que no había llegado a los veinte años. Fue el primero que me enseñó Sevilla, sus rincones, sus jardines, sus rosas, y por supuesto el Cristo de la Clemencia…

De la mano de Pepe Rosas fui ante Jesús de Pasión. Era una noche de Jueves Santo. El silencio se cortaba en la plaza del Salvador. No cabía ni la luz de las estrellas. Los pies arrastrados de los costaleros sobre la tarima que hacía la rampa de subida al templo, era el contrapunto a la saeta que cantaba José Pérez Blanco, “Pepe Peregil’, en la noche que ya era casi Madrugada…

Pepe, también me dijo: “Toma nota: Cuando a tus plantas me hallé / me hinqué de rodillas / y admiré la maravilla / que el divino Montañés / tallara para Sevilla”. Esa letra es de una hermana de tu bisabuela Antonia Morales…. La guardé. Ante Ala imagen la he recordado una y otra y otra vez…

Al Cristo de la Expiración, el que está en San Pedro y tiene la mirada vidriosa, entre la vida y la muerte perdida en el cielo…., me llevó la mano de mi entrañable Paco Rengel.

Cristo está hecho un cristo por muchas esquinas, en las estrechuras de las calles…. “No me mueve mi Dios para quererte (… )Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,/
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,/ y aunque no hubiera infierno, te temiera”

 

 

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