miércoles, 13 de marzo de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. San Luis de los Franceses

 

 

13 de marzo, miércoles. “En tu seno se encendió aquel amor cuya llama hizo florecer así esta rosa en la paz perpetua del Paraíso”, Canto Trigésimo Tercero, El Paraíso, Dante. Divina Comedia.

Domingo Martínez, pintor barroco de la primera mitad del XVIII, refleja las letanías compuestas por San Bernardo y recogidas por Dante en las pinturas de la bóveda para aprendizaje de novicios en la capilla Doméstica de San Luis de los franceses.… El pintor agrega algo más. La llama “Rosa salutífera…”

 


En San Luis de los franceses se para el sol. Por cierto, su fachada principal, de dos cuerpos, fachada retablo, alterna la piedra y el ladrillo, la puerta está orientada a sol naciente. Me refiero a otro sol. Al sol de la excelencia del barroco sevillano; al sol de la exuberancia del arte; al sol del primor de eso que se hace y uno lo contempla y se deleita y luego, se pregunta, pero ¿se puede llegar a más?

La iglesia está en el corazón de Sevilla. Luisa de Medina donó los terrenos. La Compañía de Jesús había llegado a Sevilla a mediados del XVI y le encargó a Leonardo de Figueroa que realizase quizá sin él mismo saberlo la obra cumbre del Barroco sevillano. La construcción se inició en 1699  y se culminó en 1730. Después han venido avatares y problemas. Primero iglesia; luego, noviciado de Jesuitas. Después, desamortizada y desacraliza. Hoy recuperada como una joya arquitectónica.

 


A media mañana, a esa hora en que los escolares acuden a las visitas guiadas a los monumentos se detuvo el taxi en la puerta. La fachada, la primera sorpresa. No voy a caer en la tentación de una descripción del monumento. Es imposible. Superar el asombro, también.

Cabe decir que la iglesia tiene planta de cruz griega, que Figueroa la sostuvo con columnas salomónicas (esas que alguien dijo que decoran pero no sostienen, pues que vayan y vean) y la remató con una bóveda excepcional, en estrella de ocho puntas (estrella de Salomón) que aparece en multitud de lugares del tempo. Asombrosa. Uno no deja se saltar de sorpresa en sorpresa - todo el Barroco pareciendo igual es diferente – en testeros, imágenes, altares, retablos, decoración, cornucopias, policromía, celosías, arcos, pinturas…

 


Dejan también muestras de su arte Lucas Valdés, Duque Cornejo, Domingo Martínez, “un tal Velázquez”  -su cuadro de la Epifanía para la capilla doméstica-, Juan de Hinestrosa…

Saber que está allí es obligación; tener la suerte del contar con el acompañamiento que tuve es algo por lo que uno no puede dejar de dar gracias…




 

 

 

 

 

 

 

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