domingo, 3 de marzo de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. He vuelto...


                            


3 de marzo, domingo. Decía mi amigo Alfonso Queipo de Llano Jiménez (que andará de juergas celestes con Camarón, Juan el Capitán, Pepe Rosas…) con aquella chispa que Dios le regaló: “mucha gente conoce mi primer apellido, pero casi nadie el segundo”, y me decía, también, cuando yo le decía que me gustaba “El Barrrio” que eso era porque yo no sabía de flamenco, cosa absolutamente cierta.

A lo que iba. El Barrio publicó un disco después de un tiempo de ausencia: “He vuelto”. En este caso José Luis Figuereo “Selu”, que es su nombre, me ha prestado el título y la introducción al artículo de hoy.

He vuelto. Llevo unos días fuera de la rutina. Tenía que cargar pilas. Uno busca eso que llaman “fuente” de la amistad y el cariño de quienes están lejos en el espacio y repone algo que nace en el interior y que luego lo comparte con quien quiere andar el camino a su vera.

He vuelto. Me he encontrado los naranjos ahítos de botones de azahar. El campo con ese perfume que solo tiene cuando llega la primavera y me he acordado de la letra del verdial. “María cuando te asomas / a la puerta del corral / pareces un naranjo chino / cargaído de azahar”…

He vuelto. Revientan los chamarines, los pajarillos más tempraneros en sus nidos de hogaño. Son una sinfonía única en estas mañanas de sol y flores nuevas, de aire que mece las primeras yerbas de las cunetas y los trigos en las lomas. Este año por mor de lo que tenemos encima crecen con demasiada dificultad.

He vuelto y me encuentro que rompen las yemas de los granados. Ya tiene el manto de ese color con que solo Dios los viste cuando a ellos les llega su hora. Están las higueras con las puntas de las ramas llenas de yemas y frutos – la higuera es el único árbol que echa antes el fruto que la hoja – y que luego serán alimento de los pájaros madrugadores.

Me he encontrado los mirlos de siempre y verderones en la huerta y carboneros en los pimpollos más altos de los almeces. Hay jilgueros en los cipreses de la alberca.

Se visten de hojas nuevas los chopos de la ribera. Se columbran las  nubes que este año han decidido ir de paso. Han vuelto las golondrinas. Álora, reencontrada en su sitio una tarde ventosa, asomada, casi de puntillas, al río,... Eso, he vuelto.

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