domingo, 10 de marzo de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Edén junto al mar



10 de marzo, domingo. A finales del XIX la ciudad de Málaga tenía en torno a ciento veinticinco mil habitantes. Era capital de una provincia de tercer orden (Madrid, Barcelona, Valencia, en el primero; Sevilla, Granada, Zaragoza, en el segundo), punto de comunicación con Melilla a la que iba un correo diario y el lugar de tránsito de militares hacia los destinos en el norte de África.

Sufría una enorme crisis económica. Habían cerrado las ferrerías creadas por Heredia consecuencia del hundimiento de la siderurgia en Andalucía y en el resto de España. La filoxera había destruido los viñedos y lo que era más duro, el ingreso económico que suponían la exportación de vinos y uvas pasas del que vivía mucha gente. Se había derrumbado la industria de la caña de azúcar...

Por el contrario, existía un corriente de dotar a las ciudades de parques y jardines, de lugares de ocio para el paseo y de espacios que los ciudadanos podrían disfrutar sin un coste económico aparente para sus bolsillos exhaustos, pero que financiarían con sus impuestos.

 Málaga había recuperado parte de unos terrenos que hasta muy poco antes habían sido fondos del mar. El mar ya no estaba en Atarazanas, ni en la Cortina del Muelle ni en la Aduana. Málaga se encontraba con un terreno muy aprovechable para el ajardinamiento, pero tenía el inconveniente administrativo de la propiedad.

El ayuntamiento - tres años duran los trámites – consigue en 1897 que un decreto de la Reina Regente María Cristinas, tras ímprobos esfuerzos de Cánovas y que curiosamente no pudo ver nada de sus esfuerzos porque lo asesinaron un mes después, conceda la titularidad municipal de los terrenos. Dicen que le dijo a Cánovas: “Hágase el Parque”.

Todo fue lento. De hecho, los parques no se concluyen nunca. De los jardines de San José y de la Cónsula llegaron ejemplares que dotaban a la ciudad de una joya botánica excepcional. La jardinería se saca de los palacios.

Describir en unas líneas ese espacio es imposible. Alternan fuentes, paseos, glorietas, monumentos, entre otros a Rubén Darío, Arturo Reyes, Ferrándiz o el propio Cánovas…  Una exuberancia de vegetación extraordinaria. Los catálogos que difunden tanta belleza informan que puede superar las 360 especies; plantas de los cinco continentes. Hay quien dice que es el parque urbano de mayor biodiversidad de España. Plátanos, caléndulas, jacarandas, hibiscos, cedros, kentias… y decenas de palmeras donde, según el maestro Alcántara, se posaban las palomas de Picasso para ver los barcos en el puerto… “Una luz por el parque y el pitido / de un barco que se fue, que se está yendo…”

 

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