miércoles, 10 de mayo de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Éste es otro mayo

 

 


 Álora, panorámica


10 de mayo, miércoles. El campo arrancó a irse por abril, cuando la lluvia dijo que este año se lo había tomado como sabático. Ahora, el campo ya se va por días. No se para. Parece que se encuentra a gusto en ese camino que ha tomado. Ya amarillean las lomas del Chopo y en Virote y en los cerros lejanos... Dentro de nada todo estará traspillado.

A mí no me gusta el color de verano. Prefiero el verde que viene después, cuando rompen las sementeras y toma el mando el otoño, o el color de la yerba que crece en invierno y luego viste las cunetas y los bordes de los caminos.

Las tardes ahora se alargan más y cada vez el sol se pone más tarde. Pasa por la calle gente que viene de andar de la carretera, de Flores, de donde ella ha querido. La gente viene en grupo. Se hablan, entre ellos, a voces…

Una pareja de mirlos ha hecho un nido en la cruceta de un naranjo. Lo he descubierto por azar. Dos pataletes, pelones y con boqueras amarillas han abierto el pico cuando han notado mi presencia. No he querido tocarlos por miedo a que la madre los aburra. La mirla se las andaba revoloteando entre los plantones de tomates. Buscaba insectos en el alcorque del estiércol. Mientras yo he permanecido cerca del nido, ella ha estado alejada. Luego, me he retirado. 

Me ha venido el recuerdo de cuando era niño y competíamos por ver quién “tenía” más nidos. Los de chamarines eran los más tempranos, después venían los verderones, seguidos de jilgueros y mirlos; por último,  cuando ya apuntaba a verano abierto y comenzaban a segarse las cebadas y los trigos nacían las tórtolas y las camadas de perdigones en la campiña. ¿Qué queda de aquel niño y de aquel tiempo?

 

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