Santuario de Setefilla. Lora del Río (Sevilla)
20 de mayo, sábado. Acércate si quieres, en tierras de Lora ( la del barquerito y la copla) hasta Setefilla. La devoción a la Virgen vino de la mano de los Caballeros de Malta que fundaron la ciudad de Lora, naturalmente con su apellido: “del Río”. Allí, junto al santuario supe que arranca la sierra, o se une con el valle. Al valle, también lo llaman ‘la vega’ y es la llanura fluvial fertilísima por dende corre el Guadalquivir. Que todo es cuestión desde donde se mira.
Si a media tarde se avienen nubes algodonosas en medio de un cielo muy azul y que parecen que anuncian azúcar de feria, y vienen como de la parte de Constantina, me dijeron, es presagio de tormenta que puede tronar a medida que avance el día. Aquello de “nubes de evolución diurna con desarrollo vespertino…”
Pero debo decirte, antes de seguir, que – Lora - tiene importante patrimonio de herencia romana, la Axati. Plino el Viejo dijo que su aceite incidió en la alimentación de las tropas romanas acantonadas en el Rhin. Del tiempo de Witiza hay una moneda de oro y que en la época musulmana fue ciudad murada... Sus frutales y naranjas… No te cuento. Si puedes, pruébalos.
Fernando III, el Santo, la tomó en 1243 y seis años después la donó a la Orden de San Juan de Malta y a mediados del XVI acogió a los vecinos de Setefilla que se asentaron en La Roda Arriba, en torno a la ermita de Santa Ana.
Controlan – controlaron - la devoción a la Virgen. “Para ser traída al pueblo desde su ermita - dicen los documentos - debe convocarse a la feligresía al toque de la campana de Santa Ana y que como representante del pueblo ante la autoridad que ha de decidir, se elige y se pasea en andas al viejo más viejo de la Roda Arriba, es decir, al más viejo de los setefillanos”.
La
rivalidad - entre setefillanos y loreños - en tiempos llegó a extremos como
mostrar oposición a casamientos entre ambos grupos. A veces las cosas llegan a
unos extremos muy difíciles de comprender. El género humano hay veces que no lo
entiende ni el mismo que lo creó, o sea, ni Dios.
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