Río Jordán
31 de mayo, miércoles. Estoy hecho un
lío. Verán acabamos de salir de unas elecciones en nuestra tierra y se nos presentan
otras dentro de un puñado de días para cuando apriete la calor, o sea cuando julio,
ese mes que tiene nombre de emperador romano, llegue a su tramo final.
Ahora los representantes de los partidos políticos
nos van a presentar un abanico con sus posibles soluciones a los problemas que
nos acucian. Hay problemas de todos los colores – como dicen que tienen los políticos
– y que todos encierran en sí la panacea de solución de nuestros problemas y
preocupaciones. Están convencidos de poseer la verdad. Naturalmente es una
parte de la verdad o al menos como ellos ven la solución que no todos
comparten. Eso es un imposible.
Cuando se
habla de la verdad me acuerdo de Aquel que llevaron ante la autoridad y en el interrogatorio
quedó en el aire una pregunta sin respuesta ¿y qué es la verdad? Yo, desde
luego no tengo la respuesta. Creo que soy muy afortunado de no tenerla porque
así estoy inmerso en la gran mayoría que dice que tampoco la tiene. Al menos en
ese campo, uno es uno de tantos.
El río Jordán corre por tierra Santa (mucho tienen
que ver en ese nombre cristianos, judíos y árabes que la comparten). Una tierra
de tantos conflictos e injusticias. Algunos amigos la han visitado. A todos a
su regreso les he preguntado ¿tienen solución? Y todos me han respondido lo mismo:
no. De verdad que es muy descorazonador al menos para algunos ilusos que todavía
creemos en algunas cosas.
Dicen que el río Jordán (da nombre a una parte del
territorio y se llama Jordania). Nace cerca del Líbano, luego lo atraviesa por
la parte sur, en la vertiente que mira al norte del monte Hermón.
El río Jordán tiene además connotaciones bíblicas
de primer orden. Allí en sus orillas predicaba y bautizaba, es decir difundía
una doctrina bellísima un hombre llamado Juan. Vestía tan mal casi no vestía y comía
tan poco que casi no comía. La gente ávida de muchas cosas se acercaba hasta él
y le preguntaba y él contestaba.
Y dicen que les respondía: «El que tenga dos
túnicas, comparta una con el que no tiene ninguna, y el que tenga comida, haga
lo mismo.» A ese hombre, a ese tal Juan, le cortaron la cabeza y se lo
quitaron de en medio. Ya ven, cosas que pasan.
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