sábado, 31 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

 Para ti...




Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Concepción, Jardín de otoño


                


Está a la salida de Málaga, Guadalmedina arriba, conforme se enfila la salida de la ciudad hacia el norte. Antes, por ahí pasaba el Camino de Casabermeja, luego fue carretera, y ahora autovía de las Pedrizas. Cambian los tiempos. El Jardín no ha cambiado a pesar de haber pasado momentos difíciles.

Se atribuye la compra de la hacienda a Manuel Agustín Heredia en la mediación del XIX, en 1840. Investigaciones posteriores afirman que, algo posterior. En 1850, su hija Amalia Heredia Livermoore, alma del jardín, casada con Jorge Lorging Oyarzábal, uno de los hombres más influyentes de Málaga de su tiempo y amigo personal de Cánovas y Francisco Silvela, se trasladó con su marido a vivir desde la Alameda, a la finca. Al desaparecer ambos, la adquiere  el matrimonio Echevarría-Echevarrieta hasta 1943, y desde finales del siglo XX, pasa al Ayuntamiento de Málaga.

Afirman los estudiosos del jardín, que su belleza es obra del diseño de Amalia y del jardinero francés Chamaussant. Su padre, Manuel Agustín Heredia, era dueño de la finca de ‘enfrente’, San José, y su madre Isabel Livermoore, una gran aficionada a las plantas. Los capitanes de los barcos de la flota de Heredia, que transitaban por el mundo, le traen plantas de los sitios más dispares…

Amalia, tan amante de la botánica como su madre, tiene un vivero esplendido del que se sirve junto a su casa y ella además,  incrementa el propio al que enriquece incluso con una colección arqueológica. Se crea el Museo Loringiano que catalogó Rodríguez Berlanga.

La exuberancia de plantas  del Jardín de la Concepción, se escapa  a esta líneas. Dicen que todos los jardines tienen dos momentos estelares en su floración: primavera por lo que supone de eclosión vital y otoño, por el encanto poético del momento en el preludio del invierno.

Si hubiese que catalogar el jardín, ocupan lugares preminentes su alamedas de plátanos de sombras, las cycas, las ‘costillas de Adán’ y sobre todo la glicinias del senador donde, además de poseer una obra de arte en el forjado de su herrería salido de la ferralla de ‘La Constancia’, las doce glicinias le dan un perfume y un encanto especial, hasta el punto que bajo sus sombras se gestó parte de la política española del siglo XIX. Historia, arte y naturaleza exótica cogidas de la mano. La Concepción, jardín de otoño…


viernes, 30 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

 Para ti...





Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mejor, con un libro

 

 

 

                                     


Hace años, cuando yo era joven, el Ideal de Granada que a mi pueblo venía con un día de retraso – ¡qué tiempos aquellos, ¿verdad? - publicaba una viñeta en la que mostraba un viajero aburrido, que contemplaba el paso del paisaje desde la ventanilla del tren. Un pie de foto, insinuaba: “mejor, con un libro”.

Aquello era una manera de empujar sutilmente hacia la lectura, al mismo tiempo que le dada un toque a aquella persona ociosa que dejaba pasar el tiempo sin aprovecharlo siquiera en la contemplación del paisaje que se le ofrecía gratis al otro lado del cristal de la ventanilla.

Felipe, Felipe Aranda, que está en todo, va por la calle con un ojo que mira y ve y un objetivo que lo plasma e inmortaliza. Por la pinta, el hombre de la foto es un extranjero, o sea un hombre que nació en algún lugar remoto y que por avatares de la vida, eligió en un momento cualquiera, éste para pasar sus días.

No es un hombre aburrido, ocioso o que esté perdiendo el tiempo. En absoluto. El señor a quien no tengo el honor de conocer, está totalmente inmerso en la lectura… Lo tienen atrapado las letras hilvanadas que componen palabras escritas, que transmiten un mensaje. El hombre está en lo suyo. No percibe ni se distrae por nada que venga de fuera, del otro lado de la reja que lo separa de la realidad del mundo exterior.

El autor del libro, el herrero que hizo la forja y la anudó con una perfección inusitada, milimétrica, ni el lector que deja que su vida se derrame sobre las páginas, nunca pensaron que un fotógrafo, o sea un notario gráfico de la realidad que se llama Felipe Aranda, iba a dejar constancia de ese momento de placer que proporciona la lectura.

Los libros, amigos silentes, esperan siempre sin una queja, sin un reproche, sin una mala cara, por mucho tiempo que pase sin que reparemos en ellos. Dicen las estadísticas, que cada día se lee menos a pesar de que se publican muchas, muchas obras donde los autores ofrecen un mensaje para quien quiera detener sus pasos en el camino y como este señor anónimo, opte por sentarse en una mecedora al otro lado de la ventana y se recrean con lo que ellos ofrecen.


jueves, 29 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

 Para ti...






Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ... Y Sevilla.

 


¿Sabes? Me he echado a andar por la ciudad. Sin rumbo, como quien va a ninguna parte. No tengo prisas. Ando despacio. Miro a los lados. Dejo que el viento acaricie mi cara y entre dos luces siento el embrujo de esta ciudad única. Voy despacio, me adentro por el Callejón del Agua. Sé que en su estrechez,  ya no resuenan los caños como sonaron en otro tiempo, cuando traían el agua de Carmona…

Una placa me dice que aquí estuvo alojado Washington Irvign y que escribió los Cuentos de la Alhambra. ¿Será verdad? Es un patio umbrío. Está lleno de enredaderas y yedras bravías, de macetas de sombra…

De pronto, se me viene a la mente la letra de aquella canción de cuando éramos jóvenes, tan jóvenes, que hasta creíamos en muchas cosas. Parecía una premonición: “Me he equivocado tantas veces, ahora que ya lo sé…” Es como un susurro que cruza el viento…

Sigo andando. Otra placa, en la fachada de una casona, recuerda al Marqués de Vega Inclán, responsable de la recuperación del Barrio, este Barrio de Santa Cruz, de misterio y encantado, con los Jardines de Murillo al alcance de la mano, y los Reales Alcázares y buganvillias en las tapias y las campanas de la Giralda que lo llenan con sus toques cuando anuncian algo….

“Fue una locura aceptar aquella cita…” , resuena en el recuerdo, la canción… ¿Y si no lo fue? Me pregunto. No encuentro respuesta. Sé de pillos y truhanes, que no  lejos de aquí, en una taberna, la Hostería del Laurel se rendían cuentas pendencieras: “Los muertos que vos matáis gozan de buena salud, don Luis”. Otros, tan pillos como aquellos, se repartían oficios en los escalones de la Catedral. Cervantes los vio, los conoció y se los llevó a la historia.

Sevilla, ¡ay Barrio de Santa Cruz! Tópicos y realidad de la mano… ¿Sabes? aquella tarde, de la tuya me dijiste: “Se llama calle de los Abades porque así era como se conocían a los canónigos de la catedral”. “Pero la nostalgia de verte de nuevo…”  Voy a anotarlo. Perdido entre la gente, echo mano al bolsillo interior de mi chaqueta. Saco el pequeño bloc de notas y un lápiz: “Doña María Hotel…”


miércoles, 28 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

 Para ti...





Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Viento ábrego

 


Me he llegado hasta la Fuensanta. Tenía ganas de echarme el otoño a la cara. Una niveladora ha pasado por carril que lleva hasta la cumbre. Lo ha dejado aceptable dentro de lo que se puede pedir a través de la sierra. El arroyo baja seco. Tampoco echa agua la fuente del camino.

Me he encontrado con varias sorpresas: no ha llegado el otoño – ‘no por mucho madrugar amanece más temprano’, aunque ya es tiempo  - y, en un país como el nuestro, de naturaleza arboricida, hallo que han talado algunas choperas. Los varetones nacidos en primavera ya viraban a oro viejo, y las hojas anuncian que emprenden el último viaje antes de terminar como alfombra de sotobosque y volver a la madre tierra.

He subido hasta la cumbre cuando el carril comienza a bajar hacia Tolox. Pasado los primeros pinsapos que están donde siempre he vuelto sobre mis pasos. Luego, junto   los tapiales, he puesto el hato. El convento, lo que queda del convento de las Nieves, está más al fondo. Lo explotan como apartamentos rurales... Un letrero en la puerta de hierro anuncia que es propiedad privada y un número de teléfono indica para quien quiera contactar…

Me siento en uno de los merenderos preparados para acampadas temporales. Otras familias, como nosotros, también reponían fuerzas. Unos letreros en la puerta de los servicios informan que debido a la pandemia están y permanecerán cerrados…

Paseo mis ojos por la naturaleza que me rodea. Se oye el silencio. Lo rompe el silbo del viento. Los pinsapos se preparan como esperando algo grande. Se me antojan como el anticipo de otra cosa. Son árboles de tiempos muy remotos. Ellos no son de este mundo.  El viento revuelto y ábrego de media tarde dice que se ha terminado el verano; la vegetación agostada lo rubrica.

En El Burgo opto por tomar la carretera del Serrato. Un cartel me anuncia que ya no es Sierra de las Nieves sino Serranía de Ronda. Ya se sabe, el hombre, como los perritos en la esquina, acotando propiedades.

Al volver a casa abro las “Florecillas” del Poverello de Asís. Copio literalmente: “no hay aquí cosa alguna preparada por industria humana, sino que todo lo que hay nos la ha preparado la santa providencia de Dios”. Me resisto y me pregunto ¿la tala también?


martes, 27 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

 Para ti... Ayer, un problema técnico me impidió colgar la "rosa nuestra de cada día". Al comunicar la noticia, Salvador Pendón, comentó: "mañana, dos". El rosal ha sido así de generoso...




Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El castaño de Tormantos

 


 Gredos se chorrea hacia la parte de poniente por la Sierra de Tormantos, y de allí, al Jerte, y luego, a la Vega de Plasencia. Subíamos una tarde de verano, de Garganta la Olla al Piornal. Brezos, helechos, un robledal asombroso y…

-         Vas a ver el castaño más grande que hayas visto nunca, me dijo mi amigo Jesús Mora.

Tierra de leyendas. “Entre Piornal y Garganta, / no muy lejos de Plasencia, / relatan viejos romances / una historia verdadera…” Hablan de una serrana de la familia Carvajal, despechada por el sobrino del obispo de Plasencia. Dice el romance que: “De cintura para arriba / de persona humana era; / de cintura para abajo / tiene estatura de yegua...”

El romance corrió por La Vera, Monfragüe, tierras de Portugal e incluso llegó a Canarias. “Cuando tiene sed de agua se baja pa la ribera  / cuando tiene sed hombres se sube a las altas peñas…” La moza seducía a los hombres que encontraba por la sierra – a otros, por las fuerza – y  los llevaba a su cueva, los gozaba y los mataba…

-         ¿Y, de verdad, por estas tierra anduvo la Serrana? Pregunto.

-          Eso dice la leyenda…

La carretera serpentea. Comienza el ascenso casi desde el mismo brocal del puente que salva la garganta, pasado el pueblo. Baja el agua desde las cumbres de Gredos.  Cristalina, entre granitos y embrujo. La carretera estrecha sube y sube y sube.

-         Ahí lo tienes, me dijo, después de salir de una curva. Bajamos, nos acercamos, acaricio su corteza centenaria con la yema de los dedos, casi lo reverencio. Entre los seis – porque íbamos seis – no podíamos abrazarlo…

No salgo de mi asombro. ¿Cuántos años puede tener este castaño? No sé calcular la edad de los árboles con solo mirarlos. Hay expertos que tienen sus métodos para averiguarlo.

Tierra de leyendas, lobos y mastines para el ganado, tierra que asombra y atrapa. Suenan en el monte las cencerras de las cabras. Abajo el pueblo, en la lejanía, el Puerto de Mirabete y Extremadura que se abre por el sur hacia Andalucía, por el oeste hasta Portugal.

El Piornal está al coronar el puerto. Esto, dijo Fernando que se nos fue muy pronto -“temprano madrugo la madrugada”-  merece un pitarra, y le hicimos caso…


 

 

lunes, 26 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día


 

Mi amigo Juan Blanco ha visto la nota en la que anuncio la imposibilidad de colgar la foto. Me ha indicado un nuevo 'camino' y aquí está el resultado... El que sabe, sabe y el que no... pues eso. Muchas gracias, amigo Juan.

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El baúl de los retales

 


Con la llegada del otoño, se abren los armarios. Se saca la ropa guardada cuando llegaron las calores, ropa de invierno acompañada de bolillas de alcanfor ‘para que no se pique’, decía mi madre. Un olor a neftalina invade la casa.

Algo parecido está ocurriendo en el mundo literario con algunos autores. No es que se haya abierto el armario que guarda su obra. No, no. Se ha echado mano al baúl de los retales y se está ‘recuperando’ la memoria hacia algunos autores que hace un montón de años -alguno no tanto, aunque sí la obra rescatada – que se nos fueron.

Verán. Han surgido libros sobre la ceguera de don Benito Pérez Galdós, sobre la inquietante vida fascista y enriquecimiento de César González-Ruano, sobre la capacidad empresarial  - sí, como suena – de Zenobia Camprubí que vendía cerámica y antigüedades en Estados Unidos, sobre el discurso franquista de José María Pemán…

Esto no es que se hayan desenvuelto las bolillas de alcanfor de los papeles de periódicos. Esto es meter la mano en el baúl de lo retales y sacar y sacar trapos y ropa que está pasada de moda, que es vieja y, además inservible, porque se ha apolillado.

Pienso que en el centenario de Galdós, lo que tiene que importar de verdad es su obra y no que un fallo en la operación de cataratas provocase su ceguera, cuando probablemente la causa fue su diabetes y la vida un tanto desordenada de don Benito.

César estuvo lleno de sombras, en Berlín, en París o en el mismísimo Café Gijón. Dejó una obra como articulista excepcional, hasta el punto que fue el foco literario en un Madrid donde comenzaban ya a brillar: Delibes, Cela…

A Zenobia, hay que valorarla por su traducción de Tagore. De su mano lo conoció Juan Ramón y el resto de los españoles -Tagore obtuvo el Nobel de Literatura en 1913 – que descubrieron la hondura del poeta indú…

De Juan Marsé ha salido un libro -Viaje al Sur – de los años sesenta, pero donde se destaca el discurso de Pemán en el palacio de Las Dueñas en 1936, alabando el golpe de Estado. Me parece excesivo. Juan Marsé escribió una obra excepcional, pero por otros motivos: por el tema, por el sitio y por la situación social en que se desarrolla. Se ha abierto el baúl de los retales…


domingo, 25 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

 Para ti..., para ti Tomás que nos dejaste lo mejor de tu arte, lo mejor de tu alma enorme que no te cabía en el cuerpo y que una noche de otoño voló al cielo...




Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tomás Salas

 

 

                                


Esta mañana ‘Nuestra Tierra’, el grupo folk, y nuestra tierra, la que pisamos cada día se ha despertado triste, muy triste. Un mazazo inesperado. Una noticia que nunca se quiere saber, pero que está ahí. Se nos ha ido Tomás, Tomás Salas González. Su corazón dijo que ya estaba harto de andar los caminos y decidió pararse y no mover más el reloj de las horas para atrasarlo o para adelantarlo, eso lo dejó para otros hombres…

Tomás era el alma de muchas cosas. Una autoridad en la recopilación del folclore de nuestra tierra, un hombre servicial y como todos los que llevan mucho arte dentro alguien tan especial que era único e irrepetible. Tomás era de esas personas que deja un vacío, que puede sonar a tópico, pero que no va a llenar nadie.

Seguramente en una noche en que a Dios se le movió alguna cuerda de su guitarra tuvo la ocurrencia de llamarlo para que se la afinase. Y Tomás que no sabía decir que no – a mí nunca me dijo que no, ¡y mira que lo importuné veces! – emprendió el camino y fue a poner la cuerda en su sitio y a darle los acordes y los afines…

Dios se empeña en escribir de una manera que a los hombres nos cuesta trabajo entender y nos hace que nos preguntemos y nos preguntemos y nos preguntemos,  pero la respuesta siempre es la misma: lo ha querido Él. Y Tomás desde esta madrugada escribe en un pentagrama diferente en clave de Sol diferente junto al Sol diferente y verdadero, el Sol que todo lo puede.

Es difícil escribir obituarios. Casi siempre se escribe de alguien de quien decimos que se quiere y que era bueno. En este caso, no es que se diga, es que se cumplen las dos. Su ausencia va a ser una presencia constante en todo por lo que él andaba. Cuesta, cuesta mucho y como Miguel asumo sus versos: “un manotazo duro, un golpe helado / un hachazo invisible y homicida / un empujón brutal te ha derribado. Andaba la madrugaba pajareando cuando todavía estaban lejos las luces del alba”.  Se nos ha ido Tomás. Dios lo ha querido.


 

sábado, 24 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

Para ti...



 

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Y vuelta la burra al trigo

 

 

                           


Parece que hay cierto interés en enfrentar a gente que vive bajo el mismo sol, respira del mismo aire y  se baña cuando viene la misma lluvia. Vamos, que están a tiro de piedra unos de otros. Y todo por mor de llamar ‘Caminito del Rey’ de la Axarquía, a una obra preciosa para admirar una naturaleza de gran valor paisajístico, en contraposición con lo que ya existe.

Hay que dejar claro algunas cosas. Tajos hay muchos,  pero solo uno asocia ese nombre con la ciudad a la que parte en dos: Ronda. Doñana y Marismas, de la mano, Sierra Nevada con Granada, el Teide con Canarias y el Cabo de Gata y Desierto de Tabernas con Almería. La Giralda con Sevilla…

Sobrasada y  ensaimada de Mallorca. Butifarra y escudella catalanas, y cocido,  el madrileño. Cochinillo de Segovia y cordero de Aranda. El salmorejo, de Córdoba,  los roscos de Loja, de Loja y los mostachones, de Utrera… Las truchas, de Navarra, el ribeiro y el albariño de Galicia y la manzanilla de Sanlúcar.

La cecina va con León, el jamón con Jabugo, Los Predroches y Guijuelo. Hay otro jamón en Teruel, en la Alpujarra, en la Serranía de Ronda, en los Ibores…. ¿Y? pues nada, cada uno en su sitio sin tener que lidiar en plaza ajena.

Las fabes, de Asturias, la morcilla de Burgos, el cocido liebaniego de los Picos de Europa en Potes, en la Hermida, en Fuente de Dé…el marmitako en Vizcaya y la paella en Valencia, migas de Extremadura y verduras, en Calahorra. Sopas perotas, en Álora, porra de Antequera o Archidona y mantecados de Estepa o Rute…

De quesos, tintos, blancos, rosados, pacharanes, aguardientes y licores… otro día.

¿Para qué seguir? El Caminito del Rey está asociado a El Chorro, donde confluyen tres términos municipales: Álora, Ardales y Antequera. Estuvo en el ostracismo, abandonado y en ruina física durante mucho tiempo. Salvador Pendón – al que pusieron muchas zancadillas, incluso los propios – en su tiempo de presidente de la Diputación tiró hacia adelante y luego, se ‘re-inauguró’ en el mandato de Bendodo.

Los dos tuvieron una visión turística excepcional para potenciar una zona que lo pedía a gritos. Ahora, con estos enfrentamientos, lo único que se va a conseguir es dejar descontentos a tirios y troyanos. Por favor, señores políticos, periodistas y publicistas, algo de imaginación, solo un poquito…

viernes, 23 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

 Para ti...





Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Rábanos



Cuatro mil años antes de Cristo, egipcios y  babilonios los tenían en sus mesas. Luego, se expandieron por el Este. Llegaron hasta China y saltando el mar, al Japón, aunque allí cambió de color y se hizo ‘negro’. Los romanos y los griegos los difundieron por Europa…

Tiene mala literatura, sobre todo en el refranero, cuando se quiere despreciar algo de poco valor: “Me importan un rábano”. Cervantes le dio mejor trato. Lo cita en una de sus novelas ejemplares: Rinconte y Cortadillo.

Verán, aparece en escena una vez hechas las presentaciones en el patio de Monipodio, y después de dejar las cosas muy claritas sobre todo en aquello de ‘tú hurta y reparte’ que luego es imposible recoger, y quién es el que manda allí y todo lo que convenía aclarar…

Cervantes pone un párrafo delicioso: “Ida la vieja, se sentaron todos alrededor de la estera, y la Gananciosa tendió la sábana por manteles; y lo primero que sacó de la cesta fue un grande haz de rábanos y hasta dos docenas de naranjas y limones, y luego una cazuela grande llena de tajadas de bacallao frito”.

Luego, va un poco más allá. Informa de “medio queso de Flandes, y una olla de famosas aceitunas, y un plato de camarones, y gran cantidad de cangrejos, con su llamativo de alcaparrones ahogados en pimientos, y tres hogazas blanquísimas de Gandul”.

En Pueblos en cuerpo y alma, Antonio García Barbeito dice:  “En la carretera, de día, puestos ambulantes de huerteros que ofrecen naranjas pintonas, lechugas, rábanos, aceitunas aliñadas…”

 

El rábano es muy bajo en calorías, rico en agua y por tanto un gran hidratante del cuerpo. Su consumo, beneficioso para la función hepática y biliar. Tiene abundancia de minerales (magnesio, fósforo, potasio, hierro y calcio).  Y por si fuera poco, además es rico en Vitamina C y agrega un sabor – algunos, otros no – picante, lo que lo hace aún más apetitoso.

Precisa de terrenos ricos en materia orgánica, bien drenados y sin encharcamientos. Su crecimiento es rápido, lo que permite que las cosechas se escalonen, si bien la carencia de agua los puede hacer crecer huecos – ‘lluecos’, los llama el pueblo- y con poca consistencia con un crecimiento radicular excesivo. Frescos y con un espurreo de sal… ¡Exquisitos!


 

jueves, 22 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

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Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Gracia de Dios

 

 


¿Llueve? ¡Llueve…! Primero, era un ruido sordo, algo así como un tropel de angelillos traviesos que salen al recreo y se empujan por las escaleras del cielo, para ver quién llega el primero al patio, y el más veloz, aquel angelillo rubio de piel blanca y mofletes gordos, se ha puesto debajo de los palos de la portería y ha gritado: ¡Primerooo…!

Después, todo se vistió de gris. Era como un tul extendido desde las alturas, y en la lejanía se difuminaban los montes y las sierras estaban cubiertas de nubes, y el agua descendía con esa mansedumbre con que solo baja la lluvia cuando lo hace con la bendición de esta mañana.

Llueve sobre el campo. Están sedientos los terrones de la sementera que abrió  el arado que crujía bajo el tiro de la yunta de andar lento, monótono, cansino… Se empapa el campo y no deja que se escape ni una gota, ni la más traviesa de las gotas.

En posición estoica, ofrecen los olivos su cosecha, con las ramas generosas aguardando la lluvia durante muchos días, muchas semanas, mucho tiempo.  Se resistía, no quería venir hasta que Él quiso, y quiso y se esparció por todos los rincones  y dejó la firma de Dios, generosidad y dulzura.

Uno, en estos momentos, se acuerda de aquel hombre viejo a pesar de que sus años aún decían que era joven, pero al que hirió el dardo que le asignó Cupido, amando lo que puede tener de hospitalario y desde su clase oscura en el caserón soriano, veía la “monotonía de la lluvia tras los cristales”

 Pienso también, en esa balada que Serrat llevó al pentagrama, pero que como no conocía los campos de aquí, no sabía de granados que comienzan a vestirse de oro viejo, ni almeces medio deshojados con las bayas negras que ponían a los niños los labios de palodú, ni caquis maduros para merienda de pájaros, ni de nueces que bambolea el viento en los pimpollos más altos de las ramas…

Llueve. Dios ha querido que sea así y ahora el campo lo agradece y dentro de unos días se vestirá con un manto verde y se cargarán los veneros que llenarán los pozos. Y cuando el eco pregunte: ¿Está Dios ahí? dirá: Síííí…., y se perderá hasta un infinito de no sabemos dónde…


 

miércoles, 21 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

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Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Melancolía impuesta


 


De mediodía arriba, ayer llovió en media España. Las imágenes de Encinasola y Sevilla, despertaron anhelos de deseos dentro del alma. Allí, me dicen, llovió e hizo viento. ¡Cómo me hubiera gustado escuchar el repiqueteo de las gotas de lluvia en el cristal de la ventana¡ Se necesita por estas tierras el agua de otoño. Trae la bendición del cielo y la gracia de Dios en su mano. El campo lo pide a gritos. Todo está agostado y sediento.

Miles de gorriones, cada atardecer, buscan cobijo en los ficus de la Avenida. Pían y pían, y tienen un gorjeo discorde y chillón. Deben andar a la gresca en disputa por la mejor rama o por el mejor refugio nocturno. Estos gorriones viven ajenos a lo que pasa en el mundo. ¿En el mundo de los gorriones existirá la felicidad?

Hurgo en los papeles viejos. Me encuentro con una litografía que recoge el Arenal de Sevilla, Siglo de Oro. De allí partían los barcos que iban al Nuevo Mundo. Ese otro mundo tan lejano y soñado, que quedaba tan lejos.

Recuerdo ahora un mediodía sentado junto a la orilla del mismo río, aguas abajo, compartiendo mesa y amistad, en Coria del Río. De pronto, apareció un barco, descomunal. Uno, que es de secano, se quedó sorprendido ante tanta belleza que aparecía de pronto, sin anunciar que venía…

El barco, subía sin prisa pero lentamente. Venía de alguna parte y como en los versos de Lorca para barcos, aunque éste no era de vela, Sevilla tiene un camino. Era el camino que llevaba, su camino. Los barcos que yo he visto en mi litografía son ‘otros barcos’.

 Mástiles enhiestos y velas recogidas. Ilusiones en la orilla, a sabiendas que un día cualquiera, la vida te da un pellizco en el alma. Puede que en ese momento no se perciba la importancia de lo que acaba de suceder. Es el punto de inflexión. Inexorablemente, desde ese día se ha iniciado la cuesta abajo. Pasa el tiempo, y las cosas comienzan a verse poco a poco de manera diferente. Después, la situación se acentúa. Una profunda melancolía, que a veces se intenta disimular, se adueña de uno. ¿Será algo que traen las tardes de otoño cuando llueve en otras tierras de España?



 



martes, 20 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

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Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sísifo y la piedra



Nació en Jerez de los Caballeros, donde Extremadura y Andalucía casi se dan la mano. Siglo XVI. Se llamó Vasco Núñez de Balboa, y además de fundar una ciudad estable en Panamá, descubrió el Océano Pacífico. Antes de marchar a América estuvo a las órdenes del Señor de Moguer, Pedro Portocarrero, y había vivido en Córdoba y Sevilla…

Hasta aquí, algo desconocido para muchos. Otros saben que en Madrid hay una estación de Metro que lleva su nombre y puede que, cualquier día, algún iluminado de los que tienen muy desarrollado el gen de eliminar todo lo propio, quiera borrarlo de la Historia.

Ya lo intentó Pedrarias por envidia y por el afán de tener más riquezas que él, lo acusó de conspirar contra el propio Rey. Fue absuelto dos veces, pero terminó en el patíbulo como consecuencia de las traiciones – Pizarro se consideraba ‘amigo de toda la vida’ ¿a que esto suena, verdad? – de los que habían colaborado con él o se habían enriquecido en su compañía. Miseria humana sin límites.

No es el único caso en la Historia de españoles en la conquista de América. Españoles contra españoles. Ese gen anidado en mediocres y  perdido en la cadena de nuestro ADN, autodestructivo, que surge cada periodo de tiempo y que intenta sacar cabeza cortando la de los otros.

Alguien dijo que admiraba a España, porque no había ningún país con más afán contra sí mismo que el nuestro, pero que al no conseguirlo, se adormecía periódicamente, para reverdecer unos años después cuando era más inoportuno. Parece que la cosa no está muy complicada de entender.

Sísifo fue un ser de la mitología griega. Hijo de Eolo (dios del viento, que ya es casualidad) y Enareta. Dicen que fue condenado a los infiernos por asesinar a viajeros, por haber traicionado a Zeus, o por su impiedad. No está claro. Lo cierto es que hizo unas recomendaciones a su esposa que no cumplió. Le concedieron volver a la tierra para vengarse de ella, pero no volvió, hasta que muere de viejo.

Lo condenaron a empujar una piedra monte arriba, que cuando llegaba a la cumbre se precipitaba hacia el fondo. Así, eternamente. ¿Tendremos los españoles una condena parecida a la de Sísifo? Si no lo es, se parece un montón…


lunes, 19 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

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Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tetrabrik


                                  


Tiene programado Canal Sur TV, en la noche del domingo, “Música para mis oídos’ en eso que llaman los cursis ‘prime time’. O sea, en la hora estelar, esa donde más gente puede haber sentada delante del televisor en la salita de su casa.

En la noche del domingo 18 de octubre se lo dedicaron a parte de la provincia de Málaga. En este caso: Álora, Torremolinos y Nerja. Es imposible compendiar todo lo que ofrecen estos tres municipios en un espacio reducido de tiempo. Imágenes, mensajes y… dejar a todo el mundo contento.

De entrada, las imágenes de Álora, bellísimas. Hubo ‘sus cositas’. Es momento de agradecer y no de criticar. Soberbia la realización en el interior de la Encarnación, sublime grandeza en su sobriedad, en el Castillo, en el Mirador, en la sencillez  de Dolores, la mujer que explicó con una palabra algo tan difícil cómo decir la manera de servir las  sopas perotas: “ni frías ni calientes, templadas…”

Ese mantón de Manila a la cintura en baile con la bata de cola roja en el Mirador de Cervantes, con el campo enfrente y en medio la baranda de forja que lo abre al cielo limpio. Ha sido probablemente, una de las imágenes más bellas, de más plasticidad, de más embrujo, de más poderío y más sugerentes de todas las que han ilustrado el programa.

Por cierto, que valor  - a lo mejor es otra cosa, ¿no? arrancarse por Malagueñas donde nació un Cante, duro, recio y difícil. En Álora donde crearon o cantaron por Malagueñas El Canario, el Pena  - Padre e Hijo – Joaquín Tabaco, el Perote – otros dos, Juan de la Cruz y Diego - o Pepe Vergara… es como hablar de los grandes profetas en el Antiguo Testamento.

¿Le habrá dicho alguien  a Manuel Lombo que aquí hay cantaores vivos como Antoñita Contreras, Benito Moreno, Joaquín, ‘el de la Bodega’, o Miguel y su hermana Pilar de la saga grande, grande, grande de los Pibris…?

No todo el mundo puede arrancarse por Fandangos en Alosno, ni en Huelva; ni por Bulerías o Martinetes en Jerez;  ni por Sevillanas en la Cava; ni por Jaberas en Málaga; ni por Malagueñas en Álora… Que no, hombre que no, que eso es algo así como quien va a Domecq y bebe vino en tetrabrik. Dicho lo dicho, gracias a cuantos habéis permitido que Álora llegue tan lejos.


domingo, 18 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

 Para ti...



Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Fuera, tristeza

 

 

                                                 


Llegan noticias desoladoras. Todo es tristeza. No se ve el fondo del pozo y cuando se grita desde el brocal: ¡Holaaa!... Se pierde y no llega a esa pared de fondo que para la voz y la devuelve a modo de eco.

Hay ciudades que ya de por sí son un reclamo. Tienen un marchamo pegado en su solapa – si es que la ciudades tienen solapas, claro – Me acuerdo del embrujo de Granada. Es sublime la subida por la cuesta de Gomerez, ese albaicín de jazmines y casas blancas con la Alhambra enfrente, el Darro que baja, como los otros ríos de Granada “de la nieve al trigo”.

Engancha Cádiz con la chispa oportuna, sagaz, picante… Esa chispa que esboza la salida de la sonrisa que es mucho más aguda, más irónica, más punzante que la propia risa porque sin decir nada, ya lo lleva todo dicho.

Tiene Málaga brisa de mar que no huele a brea, nácar de espuma que viene de la bahía, susurro de jábegas que rompen las olas, aunque este año no haya regatas de delfines y sirenas, palomas en el parque y palmeras que se adormecen con los bocinas del ‘melillero’ que se va para volver mañana…

Hace tiempo que no voy a Sevilla. Demasiado tiempo. Tengo ganas de perderme por el dédalo de calles de Santa Cruz y buscar por el entresijo de sombras  esa mirada que seguro va seguir jugando al escondite al revolver de las esquinas. Ansío escuchar las campanas de la Giralda y soñar que en las escalinatas de la catedral siguen sentados Rinconete y Cortadillo que todavía no han ido al patio de Monipodio.

Tiene Torremolinos que es más ciudad que muchas otras el encanto de la bulla, de la gente que vienen de sitios muy distantes a pasear por el paseo marítimo que orilla su mar… y a llenar sus chiringuitos – todos iguales – que ofrecen puntillitas fritas, gambas cocidas, chanquetes de huerta con pimientos asados como si el arco iris se bajase por un rato al plato, y espetos…

Un mal de ojos se ha cernido sobre nosotros. Es verdad que tenemos que ser prudentes, muy prudentes pero por Dios fuera esta angustia que ahoga, ese eco que no responde y que vuelva la alegría y la gente a los paseos marítimos y el embrujo y la brisa… Fuera la tristeza y las ausencias impuestas.


 

 

sábado, 17 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

 Para ti...




Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las puertas del campo


                                     


Pregunta el aserto popular algo que tiene una difícil respuesta ¿quién le pone puertas al campo? Alguien dijo que el campo comienza donde llega la hoja abierta de nuestra ventana  para que entre la brisa de la mañana… Es un exageración, pero no estaba tan equivocado.

Siendo yo joven – de lo que ha pasado mucho tiempo – viajaba en un autobús urbano de Madrid, de aquellos que llevaban un cobrador, a la derecha de la puerta trasera, conforme se accedía al interior.

En un momento del trayecto – yo entonces no conocía Madrid como para saber en qué lugar estábamos – subió una mujer mayor, enlutada con un pañuelo en la cabeza y un vestido con delantal muy largo. Cazaba alpargatas y llevaba un cesto en el que podrían ir huevos. Probablemente era una señora de pueblo que iba a vender o a entregar la mercancía. Le preguntó algo a cobrador que, en lugar de informarle, le contestó de mala manera y la ridiculizó.

Entonces, un señor se levantó de su asiento, se dirigió al susodicho, le afeó el comportamiento y con una voz que resonó en todo el interior de vehículo concluyó:

-         “Pues sepa usted, que no hay campo desde el Puente de Vallecas hacia abajo y desde la Carretera de la Coruña hacia arriba…”

Allí se cortaba el silencio y creo que la lección quedó dentro de más de uno. Estos días la gente huye de la ciudades en la medida de sus posibilidades para pasar los fines de semana o los puentes en el aire limpio del campo. Hace unos días, un amigo me contó que fue a El Torcal muy temprano, y ya habían cortado los accesos porque no cabía toda la gente que había acudido.

Algo parecido ha pasado en la Sierra de Cádiz. Hablan de diez y doce kilómetros de retención para poder entrar en Prado del Rey o en El Bosque. En el río Majaceite, junto a Benamahoma, cortaron la entrada al sendero. No se cabía…

No es que se haya puesto de moda el senderismo o el amor por la naturaleza, no. Es solo el reflejo de la huida. Ante eso cabe la pregunta, pero la respuesta, para luego, ¿quién le pone puertas al campo?



viernes, 16 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

 Para ti...




Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El mar azul

 

 

                                                   


Está ahí desde no sabemos cuándo. Bueno sí, desde siempre. No sabemos qué, ni el porqué de su espera. Está ahí, cambia una, dos, tres las veces al día. Las que hagan falta. Deleita con la infinitud de su azul.

Es el mar azul del que, hace mucho tiempo, dijeron que era ‘nuestro’. El Mare Nostrum romano que besaba las playas de las dos orillas y como según ellos,  las tierras de las dos orillas eran de su dominio, pues eso, el mar, también. Y ya se sabe… Ellos, hace mucho, tanto, tanto que algunos ni se acuerdan que ya no están. El mar no, el mar sigue ahí, como siempre, desde siempre.

Decía el padre Homero, aquel poeta ciego que veía en los versos lo que nadie más pudo ver salvo él, que en su interior había sirenas que embaucaban con sus cantos a los hombres incautos. Lo de las sirenas, ahora ha cambiado, lo de los hombre incautos, no tanto.

Recomendaba Homero algunas cosas para que Ulises pudiese volver a Ítaca. Según la Ilíada, en algunos consejos le hizo caso y en otros, no. Penélope tejía y destejía conservando la fidelidad del amor que navegaba también por un mar azul, otro mar azul. Los poetas escriben las cosas tan bonitas, que uno quiere que sean ciertas.

Don Luis de Góngora, el cura satírico y poeta, escribió versos que hablaban de condenados a galeras, que desde la inmensidad de  su azul, veían en la lejanía la tierra añorada a la que no podían llegar, salvo con la esperanza en la certeza de otras lágrimas. ¿Serán, también azules algunas lágrimas?

Las que ciertamente no son azules, son las lágrimas de los náufragos atrapados en el interior de un cementerio, que en su profundidad no es azul. Huyen del hambre, de la injusticia, de la miseria, de la guerra… Confiados en promesas que nunca se cumplirán, han hecho del seno del mar azul – “el agua que era antes clara / se está cansando de serlo” - una tumba de olvido donde nadie acudirá a rescatarlos. Las sirenas que los embaucaron con sus cantos eran otras sirenas, pero la realidad es negra, muy negra, tan negra como las abisales profundidades de la pena, de la desesperación, de la injusticia.

 

 

jueves, 15 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

 Para ti...



Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Cambios de otoño

 



Con la llegada del otoño el campo cambiaba. Amanecía más tarde y anochecía antes. Los pájaros buscaban cobijo en los árboles más frondosos y las cañas del río dejaban una sinfonía diferente cuando se golpeaban unas contra otras.

Los almeces del borde de la vía eran los primeros árboles que acusaban el envite de la nueva estación. Las hojas perdían la lozanía del verano y comenzaban a mostrar manchas oscuras que, luego se tornaban amarillas, y bajaban lentamente hasta el suelo.

Las hojas se arremolinaban. Cuando soplaba el viento, a veces con fuerza las levantaba y las cambiaba de sitio. Las hojas muertas estaban a su merced y las movía a su antojo… Iban, de aquí para allá, hasta que la madre naturaleza las hacía desaparecer.

Sus frutos, unas bayas negras, pequeñitas, cuando las comíamos nos dejaban un halo de color del palodú alrededor de los labios y con el hueso debidamente mondado y conducido a través de un canuto de caña se hacían proyectiles certeros sobre el cogote de otros niños.  Conjuntamente con el tirachinas eran las armas más agresivas de las que disponíamos.

Los nogales por entonces ya tenían las nueces maduras. Nosotros no distinguíamos entre los pacanos y los propiamente nogales, solo que a unos los llamábamos de nueces ‘finas’ y a los otros, ‘nueces’.

Cuando los hombres los vareaban siempre quedaban en los pimpollos algunos frutos a los que no había podido llegar la vara y entonces era cuestión de puntería  y precisión. La pedrada certera era el mejor efectivo para derribarlas. El porcentaje de acierto y éxito… pues, eso.

Con el otoño venían también los caquis. Si estaban picados de pájaros era garantía segura de su madurez. La granadas – las mejores las de la sobaquera – eran las frutas que abrían la antesala a  las primeras naranjas. Todo estaba escalonado: almecinas, nueces, granadas, naranjas.

Solo había algo que rompía todo aquel encanto. Desde los primeros días de octubre, la escuela era el reclamo de mañana y tarde. Aquella escuela inmunda y maloliente de la Plaza Baja a pie del campanario que hacía sonar sus campanas doblando cuando a media mañana había algún entierro. Era el lugar donde supimos en un mapa de hule ajado que España limitaba al norte… ¿Con qué limita ahora España?