martes, 6 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Aquel día



Era la mañana del 7 de octubre de 1571. En el golfo de Lepanto se enfrentaron dos colosos: uno europeo, que entonces aún no se consideraba así; por el otro, los otomanos o turcos que estaban en expansión y amenazaban a todo el Continente.

El Mediterráneo era un avispero. Verán. Metan en una coctelera intereses de genoveses, venecianos, españoles, franceses -que negociaban son los turcos -, protestantes, católicos, caballeros de la Orden de Malta, Caballeros de San Juan, los Estados Pontificios, jesuitas y franciscanos, capuchinos, y al final, los dominicos que sacan la mayor tajada,  entre otros. Todos iban a ver qué podían trincar pero ninguno se fía del que tiene enfrente.

Aparecen nombres que a pesar del tiempo transcurrido desde entonces, aún en algunos sitios no les han quitado todavía las calles ni monumentos erigidos en las plazas en su honor: Juan de Austria, Andrea Doria, Álvaro de Bazán, Alejandro Farnesio, Luis de Requesens…;  Selim II Alí Bajá, Mahomet Negroponte, Uluh Alí…

Y entre todos, uno desconocido entonces, que pierde el brazo izquierdo, que dice que aquel combate fue el más grande de la historia y que los siglos venideros no verán otro igual. Aquel manco, se llamaba Miguel de Cervantes, y escribió una obra sublime de las que muchos hablan y que ojalá la leyésemos más: El Quijote..

Se usan galeras, picas, cañones, artilleros, arqueros… Los turcos, a la ‘chusma’, cristianos hechos prisioneros en otras batallas anteriores. El cambio de viento aquella mañana, se atribuye a una intervención divina… Todo estaba preparado y todo salió bien para unos, un desastre para otros. El avispero siguió avivándose para momentos posteriores.

Los resultados de la victoria para unos, un milagro atribuido a la Virgen del Rosario, a la que rezaba aquella mañana el papa Pío V, y que la iglesia canonizó después. Su cuerpo expuesto, se venera en Santa María la Mayor de Roma. Otros opinan que la estrategia de Andrea Doria, genio para moverse en el mar, se impuso a la de Don Juan de Austria que era un lince, pero en tierra. El marino colocó los barcos de tal manera, que no había más remedio que luchar… Aquel día pasó a la historia como el día en que la escuadra cristiana de la Santa Alianza venció a los turcos en Lepanto.


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