sábado, 17 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las puertas del campo


                                     


Pregunta el aserto popular algo que tiene una difícil respuesta ¿quién le pone puertas al campo? Alguien dijo que el campo comienza donde llega la hoja abierta de nuestra ventana  para que entre la brisa de la mañana… Es un exageración, pero no estaba tan equivocado.

Siendo yo joven – de lo que ha pasado mucho tiempo – viajaba en un autobús urbano de Madrid, de aquellos que llevaban un cobrador, a la derecha de la puerta trasera, conforme se accedía al interior.

En un momento del trayecto – yo entonces no conocía Madrid como para saber en qué lugar estábamos – subió una mujer mayor, enlutada con un pañuelo en la cabeza y un vestido con delantal muy largo. Cazaba alpargatas y llevaba un cesto en el que podrían ir huevos. Probablemente era una señora de pueblo que iba a vender o a entregar la mercancía. Le preguntó algo a cobrador que, en lugar de informarle, le contestó de mala manera y la ridiculizó.

Entonces, un señor se levantó de su asiento, se dirigió al susodicho, le afeó el comportamiento y con una voz que resonó en todo el interior de vehículo concluyó:

-         “Pues sepa usted, que no hay campo desde el Puente de Vallecas hacia abajo y desde la Carretera de la Coruña hacia arriba…”

Allí se cortaba el silencio y creo que la lección quedó dentro de más de uno. Estos días la gente huye de la ciudades en la medida de sus posibilidades para pasar los fines de semana o los puentes en el aire limpio del campo. Hace unos días, un amigo me contó que fue a El Torcal muy temprano, y ya habían cortado los accesos porque no cabía toda la gente que había acudido.

Algo parecido ha pasado en la Sierra de Cádiz. Hablan de diez y doce kilómetros de retención para poder entrar en Prado del Rey o en El Bosque. En el río Majaceite, junto a Benamahoma, cortaron la entrada al sendero. No se cabía…

No es que se haya puesto de moda el senderismo o el amor por la naturaleza, no. Es solo el reflejo de la huida. Ante eso cabe la pregunta, pero la respuesta, para luego, ¿quién le pone puertas al campo?



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