jueves, 1 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Membrillos


                                   


Como unas nalgas ebúrneas, escapadas de un cuadro de Rubens, y que en cualquier lugar – el cuadro; lo otro también -  es el motivo de la mirada lasciva que lo penetra, escudriña y curiosea, unas veces de manera sensual y otra como algo que muestra una exuberancia poco común de la naturaleza.

Como unos pechos turgentes escapados de un cuadro de Tintoretto – el hijo – que no tuvo la fuerza de la pintura de su padre, pero que compensa esa ausencia con una elegancia y un gusto por el color y el detalle que lo hacen admirable y con sitio propio en la Historia del Arte.

Como escapado de un cuadro de quien mejor ha pintado los bodegones en el arte del barroco español,  Zurbarán, los membrillos se ofrecen como tentación imposible de esquivar a quien quiere acercarse a degustar una fruta ácida y áspera que impide que se coma cruda, pero a la que el almíbar, como al amor, le da todo lo que le falta para hacerla sublime.

Viene el membrillo, la fruta de las zonas cálidas del Cáucaso: Uzbekistán, Armenia, Irán y Turquía, y según otros, del la región de Cydonia de la que toma nombre, en la isla de Creta. De hecho, en el mundo helénico fue muy conocido y en Macedonia, cuando se habla de la manzana perdida en los tiempos históricos, se refieren preferentemente al membrillo.

Dicen que tienen hidratos de carbono, fibra, potasio y ácido ascórbico. Sin embargo, el membrillo es demasiado agrio y astringente, que hace que no se le hinque el diente crudo y sí elaborado: mermelada, jalea real, carne de membrillo, compota o, incluso en los países de habla inglesa, como budín, manera desechada en casi todos los países latinos.

Su flor es blanca. Florece en primavera, y el membrillo  - en algunos lugares se conoce también como membrillero – aparece una mañana cuajado de un enjambre de mariposas blancas, que pone una nota de belleza y poesía. Carlomagno recomendó que en todos los huertos hubiese uno o dos ejemplares. Los amantes de lo dulce, por golosos, hacen que cuando llega el otoño, el fruto cocido y troceado y elaborado, haga un maridaje perfecto  con el azúcar y se convierta en manjar exquisito, excelso y único…


 

 

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