viernes, 23 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Rábanos



Cuatro mil años antes de Cristo, egipcios y  babilonios los tenían en sus mesas. Luego, se expandieron por el Este. Llegaron hasta China y saltando el mar, al Japón, aunque allí cambió de color y se hizo ‘negro’. Los romanos y los griegos los difundieron por Europa…

Tiene mala literatura, sobre todo en el refranero, cuando se quiere despreciar algo de poco valor: “Me importan un rábano”. Cervantes le dio mejor trato. Lo cita en una de sus novelas ejemplares: Rinconte y Cortadillo.

Verán, aparece en escena una vez hechas las presentaciones en el patio de Monipodio, y después de dejar las cosas muy claritas sobre todo en aquello de ‘tú hurta y reparte’ que luego es imposible recoger, y quién es el que manda allí y todo lo que convenía aclarar…

Cervantes pone un párrafo delicioso: “Ida la vieja, se sentaron todos alrededor de la estera, y la Gananciosa tendió la sábana por manteles; y lo primero que sacó de la cesta fue un grande haz de rábanos y hasta dos docenas de naranjas y limones, y luego una cazuela grande llena de tajadas de bacallao frito”.

Luego, va un poco más allá. Informa de “medio queso de Flandes, y una olla de famosas aceitunas, y un plato de camarones, y gran cantidad de cangrejos, con su llamativo de alcaparrones ahogados en pimientos, y tres hogazas blanquísimas de Gandul”.

En Pueblos en cuerpo y alma, Antonio García Barbeito dice:  “En la carretera, de día, puestos ambulantes de huerteros que ofrecen naranjas pintonas, lechugas, rábanos, aceitunas aliñadas…”

 

El rábano es muy bajo en calorías, rico en agua y por tanto un gran hidratante del cuerpo. Su consumo, beneficioso para la función hepática y biliar. Tiene abundancia de minerales (magnesio, fósforo, potasio, hierro y calcio).  Y por si fuera poco, además es rico en Vitamina C y agrega un sabor – algunos, otros no – picante, lo que lo hace aún más apetitoso.

Precisa de terrenos ricos en materia orgánica, bien drenados y sin encharcamientos. Su crecimiento es rápido, lo que permite que las cosechas se escalonen, si bien la carencia de agua los puede hacer crecer huecos – ‘lluecos’, los llama el pueblo- y con poca consistencia con un crecimiento radicular excesivo. Frescos y con un espurreo de sal… ¡Exquisitos!


 

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