sábado, 31 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Concepción, Jardín de otoño


                


Está a la salida de Málaga, Guadalmedina arriba, conforme se enfila la salida de la ciudad hacia el norte. Antes, por ahí pasaba el Camino de Casabermeja, luego fue carretera, y ahora autovía de las Pedrizas. Cambian los tiempos. El Jardín no ha cambiado a pesar de haber pasado momentos difíciles.

Se atribuye la compra de la hacienda a Manuel Agustín Heredia en la mediación del XIX, en 1840. Investigaciones posteriores afirman que, algo posterior. En 1850, su hija Amalia Heredia Livermoore, alma del jardín, casada con Jorge Lorging Oyarzábal, uno de los hombres más influyentes de Málaga de su tiempo y amigo personal de Cánovas y Francisco Silvela, se trasladó con su marido a vivir desde la Alameda, a la finca. Al desaparecer ambos, la adquiere  el matrimonio Echevarría-Echevarrieta hasta 1943, y desde finales del siglo XX, pasa al Ayuntamiento de Málaga.

Afirman los estudiosos del jardín, que su belleza es obra del diseño de Amalia y del jardinero francés Chamaussant. Su padre, Manuel Agustín Heredia, era dueño de la finca de ‘enfrente’, San José, y su madre Isabel Livermoore, una gran aficionada a las plantas. Los capitanes de los barcos de la flota de Heredia, que transitaban por el mundo, le traen plantas de los sitios más dispares…

Amalia, tan amante de la botánica como su madre, tiene un vivero esplendido del que se sirve junto a su casa y ella además,  incrementa el propio al que enriquece incluso con una colección arqueológica. Se crea el Museo Loringiano que catalogó Rodríguez Berlanga.

La exuberancia de plantas  del Jardín de la Concepción, se escapa  a esta líneas. Dicen que todos los jardines tienen dos momentos estelares en su floración: primavera por lo que supone de eclosión vital y otoño, por el encanto poético del momento en el preludio del invierno.

Si hubiese que catalogar el jardín, ocupan lugares preminentes su alamedas de plátanos de sombras, las cycas, las ‘costillas de Adán’ y sobre todo la glicinias del senador donde, además de poseer una obra de arte en el forjado de su herrería salido de la ferralla de ‘La Constancia’, las doce glicinias le dan un perfume y un encanto especial, hasta el punto que bajo sus sombras se gestó parte de la política española del siglo XIX. Historia, arte y naturaleza exótica cogidas de la mano. La Concepción, jardín de otoño…


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