Está a la salida de Málaga,
Guadalmedina arriba, conforme se enfila la salida de la ciudad hacia el norte.
Antes, por ahí pasaba el Camino de Casabermeja, luego fue carretera, y ahora
autovía de las Pedrizas. Cambian los tiempos. El Jardín no ha cambiado a pesar
de haber pasado momentos difíciles.
Se atribuye la compra de la
hacienda a Manuel Agustín Heredia en la mediación del XIX, en 1840.
Investigaciones posteriores afirman que, algo posterior. En 1850, su hija
Amalia Heredia Livermoore, alma del jardín, casada con Jorge Lorging Oyarzábal,
uno de los hombres más influyentes de Málaga de su tiempo y amigo personal de
Cánovas y Francisco Silvela, se trasladó con su marido a vivir desde la
Alameda, a la finca. Al desaparecer ambos, la adquiere el matrimonio Echevarría-Echevarrieta hasta
1943, y desde finales del siglo XX, pasa al Ayuntamiento de Málaga.
Afirman los estudiosos del jardín,
que su belleza es obra del diseño de Amalia y del jardinero francés Chamaussant.
Su padre, Manuel Agustín Heredia, era dueño de la finca de ‘enfrente’, San José,
y su madre Isabel Livermoore, una gran aficionada a las plantas. Los capitanes
de los barcos de la flota de Heredia, que transitaban por el mundo, le traen
plantas de los sitios más dispares…
Amalia, tan amante de la botánica
como su madre, tiene un vivero esplendido del que se sirve junto a su casa y
ella además, incrementa el propio al que
enriquece incluso con una colección arqueológica. Se crea el Museo Loringiano
que catalogó Rodríguez Berlanga.
La exuberancia de plantas del Jardín de la Concepción, se escapa a esta líneas. Dicen que todos los jardines tienen
dos momentos estelares en su floración: primavera por lo que supone de eclosión
vital y otoño, por el encanto poético del momento en el preludio del invierno.
Si hubiese que catalogar el
jardín, ocupan lugares preminentes su alamedas de plátanos de sombras, las
cycas, las ‘costillas de Adán’ y sobre todo la glicinias del senador donde, además
de poseer una obra de arte en el forjado de su herrería salido de la ferralla
de ‘La Constancia’, las doce glicinias le dan un perfume y un encanto especial,
hasta el punto que bajo sus sombras se gestó parte de la política española del
siglo XIX. Historia, arte y naturaleza exótica cogidas de la mano. La
Concepción, jardín de otoño…
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