lunes, 5 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mesa camilla

 

 


Esta mañana soplaba una brisa ligera y fresca, a ratos era casi viento. Dicen que en otras partes de España nieva o llueve copiosamente, o las olas en el Cantábrico, alcanzan alturas de tres y cuatro metros. Los castaños de los Pirineos ya están sin hojas,  y  en el Lago de San Mauricio, las temperaturas han descendido hasta límites muy bajos y han muerto dos personas por hipotermia…

Por aquí, aún no se han vestido las mesas de camilla y aunque hay que buscar una rebeca para cuando se va el sol, al mediodía calienta los suficiente como para que sintamos los últimos estertores del verano.

No han llegado aún los pajarillos insectívoros. No se ven los pichis en las riberas del arroyo, ni hay carboneros que anuncien con su canto monocorde si va a llover o no, en función del gusto que le mostremos en la petición: “pajarito del agua, ¿va llover?” y dirá que sí, o que no señor, aunque nuestro deseo de que llueva, de que llueva tanto que hasta se moje la Virgen de la Cueva y esas cosas.

Están pintones los caquis. Los caquis sensuales enganchaban a los niños golosos que guiados por el color, buscaban el que creían más maduro y luego, la realidad decía que estaba rasposo porque no le había llegado todavía su hora y es que “no por mucho madrugar, amanece más temprano”.

Como la otoñada este año parece que viene tardía, no han aparecido  los primeros espárragos, y el campo traspillado y seco, ofrece una aspecto tristón y  espera  ese manto verde que lo cubra todo y lo ponga precioso, aunque los ciruelos estén perdiendo las hojas y los granados aún no se hayan vestido de oro viejo.

Anoche, el viento bajaba encajonado y bravucón por la cañada que viene de la sierra. Hacía un ruido impetuoso. Agitaba las retamas y jugaba al escondite por entre las palmas. El viento, que en las noches de verano se echaba, y dejaba que solo se percibiesen los sonidos lejanos de las cencerras de las cabras, ha presentado sus primeras credenciales, y al igual él, que no tiene mesa camilla para pasar la noche, se deja notar de esa manera que a veces sobrecoge y es la muestra de la fuerza de la naturaleza.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario