viernes, 30 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mejor, con un libro

 

 

 

                                     


Hace años, cuando yo era joven, el Ideal de Granada que a mi pueblo venía con un día de retraso – ¡qué tiempos aquellos, ¿verdad? - publicaba una viñeta en la que mostraba un viajero aburrido, que contemplaba el paso del paisaje desde la ventanilla del tren. Un pie de foto, insinuaba: “mejor, con un libro”.

Aquello era una manera de empujar sutilmente hacia la lectura, al mismo tiempo que le dada un toque a aquella persona ociosa que dejaba pasar el tiempo sin aprovecharlo siquiera en la contemplación del paisaje que se le ofrecía gratis al otro lado del cristal de la ventanilla.

Felipe, Felipe Aranda, que está en todo, va por la calle con un ojo que mira y ve y un objetivo que lo plasma e inmortaliza. Por la pinta, el hombre de la foto es un extranjero, o sea un hombre que nació en algún lugar remoto y que por avatares de la vida, eligió en un momento cualquiera, éste para pasar sus días.

No es un hombre aburrido, ocioso o que esté perdiendo el tiempo. En absoluto. El señor a quien no tengo el honor de conocer, está totalmente inmerso en la lectura… Lo tienen atrapado las letras hilvanadas que componen palabras escritas, que transmiten un mensaje. El hombre está en lo suyo. No percibe ni se distrae por nada que venga de fuera, del otro lado de la reja que lo separa de la realidad del mundo exterior.

El autor del libro, el herrero que hizo la forja y la anudó con una perfección inusitada, milimétrica, ni el lector que deja que su vida se derrame sobre las páginas, nunca pensaron que un fotógrafo, o sea un notario gráfico de la realidad que se llama Felipe Aranda, iba a dejar constancia de ese momento de placer que proporciona la lectura.

Los libros, amigos silentes, esperan siempre sin una queja, sin un reproche, sin una mala cara, por mucho tiempo que pase sin que reparemos en ellos. Dicen las estadísticas, que cada día se lee menos a pesar de que se publican muchas, muchas obras donde los autores ofrecen un mensaje para quien quiera detener sus pasos en el camino y como este señor anónimo, opte por sentarse en una mecedora al otro lado de la ventana y se recrean con lo que ellos ofrecen.


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