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Vas a ver el castaño más grande que hayas visto
nunca, me dijo mi amigo Jesús Mora.
Tierra de leyendas. “Entre Piornal y
Garganta, / no muy lejos de Plasencia, / relatan viejos romances / una historia
verdadera…” Hablan de una serrana de la familia Carvajal, despechada por
el sobrino del obispo de Plasencia. Dice el romance que: “De cintura para
arriba / de persona humana era; / de cintura para abajo / tiene estatura de
yegua...”
El romance corrió por La Vera, Monfragüe,
tierras de Portugal e incluso llegó a Canarias. “Cuando tiene sed de agua se
baja pa la ribera / cuando tiene sed
hombres se sube a las altas peñas…” La moza seducía a los hombres que
encontraba por la sierra – a otros, por las fuerza – y los llevaba a su cueva, los gozaba y los
mataba…
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¿Y, de verdad, por estas tierra anduvo la Serrana? Pregunto.
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Eso dice la leyenda…
La carretera serpentea. Comienza el ascenso
casi desde el mismo brocal del puente que salva la garganta, pasado el pueblo.
Baja el agua desde las cumbres de Gredos. Cristalina, entre granitos y embrujo. La
carretera estrecha sube y sube y sube.
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Ahí lo tienes, me dijo, después de salir de una curva.
Bajamos, nos acercamos, acaricio su corteza centenaria con la yema de los dedos,
casi lo reverencio. Entre los seis – porque íbamos seis – no podíamos
abrazarlo…
No salgo de mi asombro. ¿Cuántos años puede
tener este castaño? No sé calcular la edad de los árboles con solo mirarlos.
Hay expertos que tienen sus métodos para averiguarlo.
Tierra de leyendas, lobos y mastines para el
ganado, tierra que asombra y atrapa. Suenan en el monte las cencerras de las
cabras. Abajo el pueblo, en la lejanía, el Puerto de Mirabete y Extremadura que
se abre por el sur hacia Andalucía, por el oeste hasta Portugal.
El Piornal está al coronar el puerto. Esto, dijo
Fernando que se nos fue muy pronto -“temprano madrugo la madrugada”- merece un pitarra, y le hicimos caso…
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