domingo, 18 de octubre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Fuera, tristeza

 

 

                                                 


Llegan noticias desoladoras. Todo es tristeza. No se ve el fondo del pozo y cuando se grita desde el brocal: ¡Holaaa!... Se pierde y no llega a esa pared de fondo que para la voz y la devuelve a modo de eco.

Hay ciudades que ya de por sí son un reclamo. Tienen un marchamo pegado en su solapa – si es que la ciudades tienen solapas, claro – Me acuerdo del embrujo de Granada. Es sublime la subida por la cuesta de Gomerez, ese albaicín de jazmines y casas blancas con la Alhambra enfrente, el Darro que baja, como los otros ríos de Granada “de la nieve al trigo”.

Engancha Cádiz con la chispa oportuna, sagaz, picante… Esa chispa que esboza la salida de la sonrisa que es mucho más aguda, más irónica, más punzante que la propia risa porque sin decir nada, ya lo lleva todo dicho.

Tiene Málaga brisa de mar que no huele a brea, nácar de espuma que viene de la bahía, susurro de jábegas que rompen las olas, aunque este año no haya regatas de delfines y sirenas, palomas en el parque y palmeras que se adormecen con los bocinas del ‘melillero’ que se va para volver mañana…

Hace tiempo que no voy a Sevilla. Demasiado tiempo. Tengo ganas de perderme por el dédalo de calles de Santa Cruz y buscar por el entresijo de sombras  esa mirada que seguro va seguir jugando al escondite al revolver de las esquinas. Ansío escuchar las campanas de la Giralda y soñar que en las escalinatas de la catedral siguen sentados Rinconete y Cortadillo que todavía no han ido al patio de Monipodio.

Tiene Torremolinos que es más ciudad que muchas otras el encanto de la bulla, de la gente que vienen de sitios muy distantes a pasear por el paseo marítimo que orilla su mar… y a llenar sus chiringuitos – todos iguales – que ofrecen puntillitas fritas, gambas cocidas, chanquetes de huerta con pimientos asados como si el arco iris se bajase por un rato al plato, y espetos…

Un mal de ojos se ha cernido sobre nosotros. Es verdad que tenemos que ser prudentes, muy prudentes pero por Dios fuera esta angustia que ahoga, ese eco que no responde y que vuelva la alegría y la gente a los paseos marítimos y el embrujo y la brisa… Fuera la tristeza y las ausencias impuestas.


 

 

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