Dice la estadística, – la menos precisa
de las Ciencias Exactas, – que España es el primer exportador de limones a la
Unión Europea. La producción es muy considerable y compite con Italia como
principal rival dentro de la Unión.
En España, las principales zonas
productivas son Levante (Murcia y Alicante) y Andalucía, y dentro de nuestra
comunidad, Málaga, seguida de Almería. En naranjas, los esquemas son diferentes,
y ahí Huelva, sobre todo el Andévalo, tiene mucho que decir.
El limón es originario de China
donde fue muy valorado. Pasó a Persia, y de allí a Oriente Medio. Los árabes lo
extendieron por todo el Mediterráneo, y hoy se produce en toda su cuenca con
cosechas importantes en Turquía y Egipto.
Es muy rico en vitamina C. Un
zumo de limón, ‘a jierro’ diluido en agua, acompañado de ajo crudo
(excelente antibiótico) y una tostada de aceite de oliva virgen… dicen los que
saben, que es un magnífico antídoto contra la gripe y potencia la inmunología.
En España se cultivan dos
variedades de limones: vernas y finos o ‘primofiori’. Los vernas florecen en
primavera, entre abril y junio, y se recolectan en la primavera del año
siguiente. La producción de finales de
primavera es de menor calidad. Su nombre, ‘retardíos’ o ‘sanjuaneros’. Una
segunda floración viene en el mes de agosto. Se conoce en el mercado como ‘redrojos’.
El limón (la naranja, tampoco ) no
madura contra la creencia generalizada con calor, sino con frío. Hasta que las
temperaturas otoñales no descienden por debajo de los 14º-15º no viran del
verde al amarillo, o al anaranjado (por eso la lima del Caribe siempre es
verde) y hasta Navidad no comienzan a ‘verse’ entre las hojas del árbol). Un
refrán – también válido para la aceituna – afirma que uno en “San Juan, ciento
en Navidad”.
Los primofiori (hay distintas
subespecies: lisbón, eureka…) se recolectan de septiembre a noviembre, con
precio superior en el mercado, ley de oferta y demanda, y hacen que su
presencia sea una continuidad. El limón no es una fruta, sino un aditivo y se
consume si se precisa, si no, se queda en el frutero.
Es muy sensible al frío (no
soporta las heladas) y requiere un nivel hídrico constante, sin encharcamiento.
Su azahar no es tan oloroso como la del naranjo, pero es un cítrico
imprescindible en nuestras mesas.
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