Puerta Nazarí de Atarazanas. Málaga
8 de mayo, lunes. Se
llenan de orgullo las ciudades cuando muestran restos del pasado más o menos
glorioso, pero a los que el paso del tiempo machacó irremisiblemente. Fenicios,
griegos, romanos o árabes dejaron sus huellas. La mayoría en estado de
conservación muy deficientes; otras, a duras penas, han sobrevivido.
Exhibe Málaga algo de su pasado
árabe. Alcazaba y Gibralfaro como más señeras; en menor escala parte de las
Atarazanas, hoy mercado de abastos y, poco a poco, un centro de gastronomía y
bares de barra con un tapeo propios del sitio y de estos tiempos.
El mar llegaba hasta allí. Hasta sus mismos muros donde venían a dar las
olas. Puerta del Mar, al lado, Torre Gorda, bautizada así por los cristianos y
bastión desde donde convocaba el almuédano a la oración y la Aduana un poco más
distante, dan testimonio con sus nombres actuales de un pasado no muy lejano
pero que tuvo una importancia extraordinaria.
Las Atarazanas acogieron varias
funciones: edificio murado, adjunto a la muralla que circundaba la ciudad,
abierta por puertas estratégicas abiertas durante el día y cerradas por la
noche, linderas con el río Guadalmedina; lugar de reparación de embarcaciones
que se adentraban hasta su interior, y sitio donde se entendía del papeleo con
todo lo relacionado con la mar.
De aquel pasado se ha
conservado una puerta, siglo XIV, época nazarí con el lema de la dinastía: “Solo
Dios es vencedor” Procede, en opinión de Rosario Camacho, de la Orden de la
Banda concedida por Pedro I, el Cruel, a Mohamed V en reconocimiento a su
colaboración para recuperar el trono de Castilla.
Una vez, desplazado el mar y
ganado un especio que hoy parece como algo casi imposible y como un sueño. La zona se recuperó para otros muchos usos,
entre ellos el crecimiento de la propia Málaga. Nombres como la Alameda (ya se
dotó en aquel tiempo como lugar arbolado) y lo que se ha dado en llamar el Soho
no existirían de no haber acometido aquellas actuaciones.
El edifico de las Atarazanas se
destinó, primeramente, a cuartel de artillería; luego, hospital y a finales del
siglo XIX a mercado. Obviamente del tiempo árabe solo la puerta, extraordinaria
en belleza que suscita admiración de viandantes cuando de sopetón se encuentra,
en medio de la ciudad, con esa joya arquitectónica dentro de una ciudad tan
iconoclasta para muchas otras cosas propias.
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