24 de mayo, miércoles. La
tarde se puso de revuelto y gris. O sea, de nubes negras que entoldaron el
cielo y dejaron al otro lado el azul de primavera. De vez en cuando caían un
puñado de goterones gruesos, sonoros, opacos como cuando se cribaban los
garbanzos en la era y ofrecían un ruido monótono; al rato se abría otra vez el cielo.
Se han recogido pronto las
gallinas. La tarde aún no llegaba a la mediación. Han cogido su sitio en el
palo largo. Las gallinas esperan la noche en el gallinero porque saben que esta
tarde la luz se va más temprano. No es que se vaya la luz, no, no. Es que las
nubes no van a dejar que se vea el sol cuando traspone por detrás del Monte
Redondo por donde, cada día, se va camino de América.
No hay pajarillos en las ramas
de los naranjos en la huerta. Los cipreses del borde de la alberca han abierto
más temprano que otros atardeceres las ventanas por donde se adentran para
buscar el cobijo que los proteja de los gatos. Los gatos se las andan por las
noches en su cacería de cada día. Los gatos no pueden subir a los cipreses.
Allí se saben seguros los pajarillos.
Las imágenes que vienen de
otras tierras son tremendamente duras: ríos de agua sin control, bajos anegados
y, ahora, como se ve en las imágenes de la televisión, la sacan con fregonas y
escobas. Hay fango en exceso, dolor y ruina, y una sensación de suciedad
acumulada a modo de barro.
Otras imágenes enseñan los
cultivos destrozados: sandías picoteadas por los granizos, invernaderos
destrozados. El aguan ha enfangado hortalizas, remolachas… Todo tiene pinta de
destrucción. La gente del campo está aplastada por la desolación. Hace unos
días se pedía el agua como remedio; ahora, se maldice la hora en que apareció
eso que llaman Dana pero que viene con la muerte en las entrañas. Siempre hay
un ¡ay! de dolor e impotencia.
Dentro de unos días, la rueda
de la vida en sus vueltas diarias nos traerá algo nuevo. Esperemos que no sea
tan malo, tan dañino y con tanta virulencia como esas trombas que han caído por
Cartagena, Alicante, Almería, Trebujena… Dentro de unos días – ahora nadie
habla de Doñana – volverá el rosario de pantanos secos con imágenes de pueblos,
campanarios e iglesias en sus fondos… Dicen que lo de ahora se llama Dana. Y
mientras, los pajarillos acuden al refugio seguro del ciprés de la alberca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario