17 de mayo, miércoles. A los
malagueños nos gusta la calle. Nos gusta curiosear. ¿Y a quién no? Hay maneras
diferentes de gozar de la calle. Una, echarse a andar sin ir a ninguna parte.
Hay calles que se prestan a ello más que otras. En algunas el encanto reside en
ver a la gente que pasa; en otras, sortear al que viene en sentido contrario.
Si la calle es estrecha tiene
un embrujo especial. La gente se estorba tanto que hay que ir haciendo regates
para esquivar a los del sentido contrario. Si la calle es ancha, entonces la
cosa cambia. Cada calle para que según cuál de las dos cosas tiene su público.
Cuando yo era joven la gente de
dinero o sea los que se podían pagar un café y echar la tarde se sentaban en la
Cosmopolita, en calle Larios, y veían “el paso de las tórtolas”. Un café daba
para mucho, menos para el de mi pueblo que se sentó porque iba a lo suyo y puso
un letrerito sobre la mesa:
-
Ni compro lotería ni me limpio los zapatos.
Calle San Juan y Calle Nueva
son otra cosa. Ahí la gente o se detiene ante el escaparate o se adentra en el
negocio. La mayoría de esos comercios son ahora franquicias. De calle Nueva han
desaparecido dos comercios que para mí significaban mucho: Valero (que tenía
otra tienda en calle Granada y ahora me sirvo en uno que montó un antiguo
empleado en calle Mármoles después de cerrar) y la Ibérica.
En la Ibérica compré los
primeros libros. En la Ibérica era el lugar, después de la Denis, donde uno
podía encontrar aquello que no lo había en otras librerías. Desde hace unos
años La Casa del Libro abrió un establecimiento en calle Nueva. Un día entré en
compañía de Barbeito:
-
Deme algo que tengan del maestro Alcántara,
pidió Barbeito
La señorita consultó en el
ordenador. Al cabo de unos minutos:
-
No tenemos nada.
-
¿Y cómo no tienen nada de Alcántara, en Málaga?
Preguntó mi amigo…
-
Si usted quiere algo especial podemos buscárselo….
Dimos las gracias y nos
salimos. Calle Nueva es una calle ideal para darse codazos unos a otros, para
añorar el cierre de la heladería Mira y para percibir desde lejos el aroma que
trae el humo del hombre que, desde hace años, vende extrañas mixturas en la
puerta principal de la Esclavas, frente a Cinco Bolas.
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