6 de mayo, sábado. Así remataba un poema
excepcional don Manuel Machado. Así es el encanto cuando no precisa de ningún
adjetivo. Así es ese espacio único a orillas del Río Grande por donde vienen
los barcos desde Sanlúcar y de más allá, desde esos mares que se pierden en la
inmensidad del mapa.
Sevilla olía esta mañana a
jacarandas en flor en los parques y a marea de camisetas rojas de los
aficionados de Osasuna por las calles. Sevilla era un hervidero de gente que
iba y venía. Ni de ninguna parte ni a parte alguna. Bueno, no es exactamente así.
Salieron de su lugar de residencia no sé cuándo. Esperaban con una cerveza en
la mano o deambulando, llenando todo el espacio, la hora del partido. Sevilla
acoge la final de la Copa del Rey…
Entré orillando el río por la
Calle Castilla y luego San Jacinto. Crucé el puente, miré al… Me pierdo entre
la marea. El puente también está lleno de gente; las aguas de la dársena de
piragüistas, de gente que hace deporte de remo…
Me adentré por el Arenal.
Recordé a Cervantes y a Rinconete y Cortadillo y aquel barrio desde donde
salían o a donde llegaban los galeones de América. Ilusión. Luego, viene el
desencanto porque las derrotas llenan de tristeza los regresos y hacen más
largas las distancias.
La escalinata del Patio de los
Naranjos estaba llena de gente. Era otra gente diferente a la que hace cuatro
siglos esperaban el paso del tiempo en la piedra dura. Esta gente tenía la
ilusión en su cara, el canto en la boca y una bandera enarbolada al viento.
La Inmaculada, el monumento a
la Inmaculada donde siempre. Han asedado la cara de la Giralda y parte de esa
catedral que cuando firmaron las escrituras para levantarla dijeron aquello de
“hagamos una catedral tan grande que los que vengan detrás nos tengan por locos”.
Callejeo por el Barrio de Santa
Cruz. Un mosaico me dice que en aquel lugar pudo estar la casa de don Gonzalo
de Ulloa, Comendador de Calatrava, padre de doña Inés. Don Juan se las andaría,
por el Laurel en su convicción de que “los muertos que vos matáis, gozan de
buena salud, don Luis”.
Embrujo, misterio, encanto,
poesía que flota por el aire. “¡Ay
barrio de Santa Cruz!, /¡oh plaza de Doña Elvira! / hoy yo voy a recordar / y me parece
mentira” … Y, Sevilla.
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