En 2013 anduve por tierras del Andévalo. Ayer, Tomás López, con un artículo excelente: Andevaleando, me encendió la chispa. Lo he recuperado. Lo vuelvo a publicar…
22 de mayo, lunes. El viajero llega a Alosno a esa hora en que las sombras se acortan, vamos que no hay sombras, porque el sol está en lo más alto. Recostado el pueblo, la carretera, que viene de San Bartolomé de la Torre le da un pellizco casi por unos de los extremos, y luego sigue para Tharsis…
El viajero busca folclore. Mejor, grabaciones del folclore de uno de los pueblos, a decir de García Matos, con más riqueza de los que surgen en la tierra andaluza. En el Portichuelo, se interesa y pregunta y se echa a andar por las calles del pueblo. Y se pierde por Méndez Núñez, Humilladero, Feria, Ríos, Santa Marta…
El viajero se echa a andar. Hay calles con obras (muy pocas) casas blancas, poca gente y algunas tiendas. En todas se adentra y va porque lo mandan de un sitio a otro y, así hasta la casa del cura (que está cerrada) y hasta que alguien le dice que me vaya a ver a Carlos Carpintero que vive al final de la calle Barrios…
Pregunta y le dicen dónde y entra al zaguán y llama, pero no hay nadie. Me vuelvo al Portichuelo y me encuentro con Sebastián, un chaval joven que ama el cante y que acude a Huelva para aprender, y cuando terminamos me canta, por lo bajini, un fandango, y me dice que fue alumno de Carlos…
Después de comer vuelvo a la casa de Carlos y ahora sí está. Se da en cuerpo y alma, y se ofrece, y me recibe como si me conociese de toda la vida y me regala un vinilo histórico y libros y me invita a ir por mayo por cuando la Cruz que, entonces sí, que Alosno es grande…
Hace unos días Sebastián me envió una botella de aguardiente alosnero y, días después, Carlos me hace llegar una joya. “Este es otro cantar” de Manuel Romero Jara y cintas de Villancicos y otros textos con una conferencia suya… Y, el viajero ve la cantidad de buena gente que hay por esos pueblos de Dios…
Y cuando desde la casa de
Carlos vuelve, aquella tarde, cuando ya sí había sombras, el viajero pasa por
el monumento a Paco Toronjo y toma nota de las letras que hay en el mosaico y,
luego, en su memoria se trae la letra del fandango más universal que tatareamos
todos: “Calle Real del Alosno / con sus esquinas de acero / es la calle más
bonita / que rondan los alosneros”. Alosneros… ¿buena gente buena? No. Más,
mucho más.
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