domingo, 21 de mayo de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mirlos

 

 

                                      


21 de mayo, domingo. En una ocasión leía a Josep Pla: “En Inglaterra, escribía, hay muchos mirlos” (Cartas de lejos. Ed. Austral) y luego añadía, que en Oxford solía pasar ratos mirando a estos pájaros sobre la hierba de los claustros de los colegios… Y otras cosas, claro.

Yo, de Oxford recuerdo, además, un mensaje del guía que nos introducía por aquel Sancta Santorum del saber entre retratos de personalidades ilustres a lo que son tan aficionados los ingleses. “Pueden pisar, nos dijo, el césped de los todos los jardines menos el de los claustros porque ese es un privilegio reservado a los estudiantes”.

A mí, muchas mañanas, me esperan cuando llego al campo los mirlos de la huerta. Son menos cultos que los mirlos ‘hijos de la Gran Bretaña’ pero son tan pillos como aquellos porque todos los mirlos tienen la apariencia de docilidad, pero nunca te dejan que te acerques a ellos.

Hace unos días vino a echar un rato Rafael Nuño. Desde lo alto de un cable del teléfono, uno de ellos, nos observaba, en la seguridad de su altura. Luego cuando abandonamos la rosaleda, él, como quien está en los suyo se bajó y se vino a andar entre los arriates.

Los mirlos son muy dados a buscar bichillos entre el estiércol. El mirlo es un gran insectívoro, aunque le guste comer casi de todo lo que puede encontrar y llevárselo al buche. Esos mirlos de huerta son tanto o más listos que los mirlos de los parques y los jardines de las ciudades. Cuando voy a Madrid los veo en El Retiro y esos mirlos – a veces lo he pensado para mis adentros – tienen una experiencia superior a los mirlos del campo de los pueblos. Ellos, ven pasar a miles de visitantes de esa población flotante que acudimos a Madrid esporádicamente.

Pla contaba que él se dedicaba a mirarlos a veces sentado sobre una piedra mientras se fumaba un cigarrillo. La verdad que habría sido muy interesante saber que se decían entre sí el maestro de Llofríu y los mirlos ingleses…

Recuerdo a mi amigo Pedro Márquez, “Periquito el de las vacas” las que tiraban de la carreta de la Virgen de Flores en la romería. En una ocasión me contó que había una mirla empicada a la almáciga de los tomates y se lo escarbaba continuamente…, y “yo, me decía, cuando la veo, le digo: ¿ya estás aquí otra vez? ¡que te conozco, que te conozco”…

 

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